Bloque 1/19 Consigna 2: elaborar una narración en la que se plantee una realidad en crecimiento desde lo cotidiano.
La vida diaria aparece de formas diversas en la literatura. A veces es necesario encontrarla entre aparentes situaciones de complejidad o extrañeza. Es interesante relacionar la creación literaria con nuestras experiencias de lo cotidiano y con nuestras emociones (aunque parezcan inexistentes) en la rutina de la vida.
Para esta consigna, el texto debe llevarnos a admitir otra forma de lo cotidiano, una cotidianidad asombrosa para el lector. Como en el cuento de Cortázar, lo asombroso empieza de a poco, creciendo y aumento a medida que avanza la narración.
Material de referencia:
"Pájaros en la boca" de Samanta Schweblin en "Pájaros en la boca y otros cuentos".
Producción de los participantes:
Seres vivos - Haydée Ortone
-Julia Zelarrayan
Sin sosiego - Ana Lía Olego
Friki -Marcela Ruz
SERES VIVOS - Haydée Ortone
Nada en esa mañana diáfana hacía prever lo que iba a suceder unas horas más tarde. Juanita y Don Pedro, su abuelo, habían ido a pescar hasta el arroyo cercano. Para el anciano la niña era la luz de sus ojos y para ella él era su héroe, su protector, su compañero de aventuras.
Tiraron las líneas y esperaron pacientemente que algún pez se tragara el anzuelo. Había más pique que de costumbre y pronto llenaron el balde, entonces, con el precioso botín regresaron a la casa.
Esa noche, durante la cena, el abuelo se ahogó con una espina, precisamente de los pescados que por la mañana habían recogido en el arroyo. Inútiles fueron los esfuerzos que hicieron para salvarlo. Juanita no tenía consuelo, estaba triste, desatenta en el colegio, no quería jugar. Así pasaron unos cuantos meses, pero una mañana, al levantarse, para sorpresa de su mamá, la niña con una amplia sonrisa le dijo:
- Anoche vino el abuelo a visitarme.
-¿Soñaste con el abuelo?
- No soñé – contesto categóricamente – Te dije que vino a visitarme; estaba dormida cuando de pronto un viento fuerte abrió mi ventana. Cuando abrí los ojos lo vi: estaba sentado a mi lado, me acaricio la cabeza durante un largo rato, hablamos un poco y yo le dije que lo extraño mucho; después el comentó que se tenia que ir y desapareció.
-Juanita vos soñaste. Yo sé que es muy triste reconocerlo pero el abuelo esta muerto y los muertos no nos visitan.
-Eso es lo que vos crees mamá-
No tiene sentido que siga insistiendo - pensó la madre- se va a dar cuenta sola de que fue un sueño.
Aunque lentamente a partir de ese instante, el tiempo que es piadoso y sobre todo a esa edad, hizo que Juanita volviera a jugar con sus amigas, recuperara la alegría y aunque no con demasiada frecuencia volviera a escribir en su diario, porque la niña desde que había aprendido a leer llevaba un diario. Pero no todo era color de rosas, Juanita había perdido el apetito y por si todo esto fuera poco, se negaba a comer carne.
Sus familiares pensaron que todo tenía que ver con la pérdida del abuelo, pero con el correr de los días la situación se empeoró: el solo hecho de contemplar un trozo de carne era suficiente para que le vinieran arcadas. La hicieron ver por un médico que le recetó unas vitaminas y unos suplementos dietarios para suplir en parte la falta de proteínas y les aconsejó que la viera un psicólogo pero el problema se agravó el día en que irrumpió en la cocina en el momento en que su madre estaba preparando unos huevos revueltos.
- Mamá eso que estás haciendo está muy mal – gritó Juanita - ¿no te das cuenta que dentro del huevo puede haber un pollito?-
Consultado nuevamente el médico, éste dijo que el veganismo en la infancia era mucho más frecuente de lo que la mayoría de la gente solía imaginarse y entonces le reforzó las vitaminas y en la dieta agregó más variedad de frutas, verduras y sustitutos cárnicos a base de soja.
Pasó el tiempo y todos se fueron acostumbrando a los cambios de la pequeña e incluso la familia, casi sin darse cuenta aumentó el consumo de vegetales y disminuyó el de carne.
Mientras tanto la maestra de Juanita les pidió a todos los chicos un vaso, un trozo de algodón y unos porotos para estudiar el proceso de la germinación. Todas las mañanas los niños, agregaban un poquito de agua en el algodón para mantener la humedad necesaria, hasta que pasados unos quince días, al entrar al aula la maestra exclamó :
- Niños miren que maravilla. Éste es el milagro de la vida.- y los chicos descubrieron que a los porotos le habían crecido raíces y hojas.
Juanita la escuchó con asombro pero no dijo nada. A la hora del almuerzo decidió que no iba a comer, según ella sólo tenía sed. Ya en su casa su madre le sirvió la merienda pero en un descuido la tiró en el baño. Esta situación duró unos pocos días, solamente tomaba agua.
El deterioro fue casi inmediato, ¿cuánto tiempo una criatura podía vivir sin comer?, entonces decidieron internarla pero, mientras el hambre roía sus entrañas, antes de que llegara la ambulancia y aprovechando que su madre estaba preparando el bolso y en la creencia de que sólo el agua podía saciar ese apetito feroz, salió corriendo hacia el arroyo cercano. Las aguas quietas eran un cristal donde se reflejaban el azul del cielo y los árboles de la orilla. Juanita se asomó y sin dudar rompió el espejo y se sumergió en las aguas.
Tiempo después su madre encontró el diario de la pequeña, lo abrió al azar y leyó:
….Anoche me visitó el abuelo, yo le pregunté por qué me había abandonado y él me contestó que la naturaleza se había vengado porque él previamente le quitó la vida a los pececitos del arroyo….pobre abuelito… yo le prometí que jamás comería nada que tuviera vida. El abuelo se puso muy contento…
luego seguían otras anotaciones sin importancia y al final el último párrafo:
…cómo no lo pensé antes, cuando vi la germinación recién me di cuenta que los animales no son los únicos seres vivos…
-Julia Zelarrayan
Acta N°26 En la ciudad de Buenos Aires a los veinte días del mes de abril del año dos mil diecinueve, siendo las 19 horas, y contando con la asistencia del señor presidente Tomás Mirni en su carácter por la Compañía “Oliv-Italia SA”, empresa familiar que desarrolla principal actividad en la provincia de San Juan. Contando con la presencia de todos los componentes de la entidad societaria. La convocatoria de la presente Asamblea General Extraordinaria la realizó el señor presidente.
La asistencia de todos los socios, le brinda categoría de unánime, y son los que constan bajo firma en el libro de Asistencias a Asambleas.
Dando apertura al acto, toma la palabra, el señor Robertino Mirni, quién manifiesta qué siendo el primer nieto del anciano presidente, le corresponde en nombre de toda la familia darle un gran agradecimiento por su dedicación a la empresa. El resto de la familia asiente la moción, respaldándola con un aplauso.
Con la lucidez que le brindan sus fecundos noventa años, agradece lo presenciado, aplacando con sus brazos abiertos los afectos vertidos. Procede a tomar la palabra:
“-Me alegra el alma verlos a todos alrededor de la mesa .“ La vida a premiado mis esfuerzos con una hermosa y laboriosa familia. Claro que duelen las ausencias (vuestra madre y mi hijo mayor). Pero ellos han sabido dejar sus cotidianas presencias de las costumbres de manifiestos cariños, y trabajo. Y por qué no mencionar la presencia de la viuda de Carlino; mi nuera y mano derecha Rosaura. (unos murmullos, y sigue. Levanta el tono de voz:). Claro falta ahora el esencial cometido de esta asamblea, y es que lo pensé mucho, y llegué a la conclusión que a partir de este momento presento mi renuncia irrevocable al cargo de presidente. Mañana a las 4 AM subo al avión rumbo a mi Italia querida.
Se produce un nutrido cruce de opiniones entre los presentes, intentos fallidos de convencer al anciano de continuar en su función: “-Ninguno estamos preparados, para continuar, se irá todo por la borda”. Conclusión el anciano pide los libros de actas y con firma temblorosa rubrica su decisión, y deseándoles éxitos se retira.
Toma la palabra la hija mayor del presidente saliente, quien manifiesta, que propone a su hijo mayor Celestino (profesión saxofonista), para que reemplace a su abuelo. Moción que es refutada por la mayoría de los presentes.
Así continúan disparatadas propuestas que no llegan a ser aceptadas.
Para serenar los ánimos pide la palabra Rosaura Alasdiez (nuera del presidente renunciante y secretaria personal), manifestando que se opone terminantemente a las decisiones propuestas. Recordándoles que el Señor Tomás Mirni; ha constituido un ejemplo a seguir por su familia. Y a lo largo de los cincuenta años que ella compone el Directorio de la empresa (puesto heredado de su esposo): No ha observado en ninguno de los familiares directos, ningún interés por compenetrarse de los temas que hacen a la marcha general de la empresa. No habiéndose manifestado por ninguno interés por tomar las riendas de la empresa en marcha.
Laura propone, que dada la difícil situación para tomar una decisión acertada. Amerita realizar un receso de veinticuatro horas, para continuar, y hasta terminar indefectiblemente con la Asamblea.
Surgen expresiones de distintos tipos, pero la empleada pasa a cada integrante el libro para su firma de asentimiento.
Esa noche Rosaura, recuerda a su esposo muerto imprevistamente. Vuelven a su mente la cotidiana costumbre de Carlino de colocar en la bandeja de cada desayuno, una ramita de olivo; sea con la pequeña flor, o con los distintos tamaños que los frutos iban alcanzando hasta su madurez. Ella debía acertar con la variedad del olivo del día: piscual, manzanilla, arbequina, Arauco, aloreña, hojiblanca, etc. Así con aciertos y errores Rosaura fue tomando conocimiento mucho conocimiento sobre los procesos de cultivos y características de cada variedad. Un yerro, correspondía a una correteada entre los olivares hasta llegar a la planta de acierto. Y desparramados sobre la tosca tierra mezclada con semillas de olivas estrujadas, hundían sus miradas entre las blanquecinas hojas del olivo. Dar un salto cuando llegaron al gajo con el fruto o flor. Llevaban cuatro años de casados y jugaban como niños, entre las largas filas de plantaciones. Siembre disfrutando el lugar.
En muchas de esas locas carreras se encontraban con Don Tomás Mirni, aprovechaban para charlar, controlar algún avance de malas hierbas para el olivar, algún brote de ataque de microbios, hongos, etc. Los encuentros constituían clases prácticas que el anciano acumuló en su Italia natal, siempre lo decía.
- A esto sólo le falta el azul del Mediterráneo, y estoy en mi tierra. Si Cristo eligió el olivo para orar, nosotros lo elegimos para obtener de su fruto, el alimento para la familia y muchos más.
- Vamos padre, que en tu Italia las siembras de olivos nunca podrían ser tan extensas, disfruta esto que tienes.
Imposible conciliar el sueño para Laura, recordó cuando viajó acompañando a su suegro para que compren las máquinas de avanzada para obtener el aceite de oliva. Y la empresa creció. Recordó las corridas financieras que tuvo que enfrentar cuando un cambio de política casi hace quebrar a la empresa.
Como olvidar que, aunque su esposo había muerto, siempre encontraba en su desayuno la ramita de olivo, (nunca olvidaba agradecerle a su suegro). Si bien no había llegado a tener hijos, se sentía familia, en la tradicional mesa de las pastas de los domingos. La alegría de ver los logros de sus sobrinos.
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El Acta del día siguiente nombraba a Laura Alasdiez presidente de la empresa productora de aceites de oliva, “En muestra de conformidad unánime firman todos los presentes, siendo las veinte horas.”
- Se informa a la Familia Mirni el deceso de su honorable padre Don Tomás Mirni, siendo las veintidós horas. Sus restos por deseo de última voluntad quedarán en tierra italiana. Nuestro pésame. (Rezaba el telegrama recibido).
Ambos documentos fechados el 21 de abril, fueron leídos por Laura a la familia; coincidencia o rutina.
Sin sosiego -Ana Lía Olego
Esa mañana Lorena levantó la persiana y ella apenas se inmutó. Su cabeza permanecía inmóvil en el hueco que horadó durante la noche y sus párpados laxos, no aletearon como lo hacían cuando ya estaba despierta. La quietud de su cuerpo ¿agazapado? conmovía. No la inmutaban los rayos del sol que ya recorrían su cara ni el tamborileo de las ramas que golpeaban la ventana, ni el batifondo del verdulero que ya había instalado su carromato en la esquina. No se despertaba así que Lorena creyó que podría irse, tranquila.
Y la historia se repite cada mañana, desde aquella en que a los gritos y desaforada, Marisa insistía, peleaba, mientras sus padres reteniéndola resistían atónitos a una verborragia que al principio les resultaba impenetrable. Luego venía el sosiego, también incomprensible.
Pero el oído se volvió fino y la atención sagaz y de lo que antes parecía puro estallido y dislate comenzaron a reconocerse palabras, ideas y miedo, mucho miedo. Marisa sólo tiene pesadillas terribles, se tranquilizaban los padres con la esperanza de que la situación cambiara con el tiempo, con la solución de algún problemita que la hija tenía con sus amigas, vaya uno a saber. Pero lejos de eso, en cada noche los arremetía la incertidumbre de la madrugada por venir.
-Yo no quería que eso pasara. Intenté evitarlo. No por favor, no. No quiero, escucharon gritar a Marisa una mañana, pero para desconcierto de los padres, que corrieron al dormitorio, ella no estaba dormida en su cama. Estaba frente al televisor perturbada por las imágenes de un terrible accidente en la ruta.
Ese indicio brutal y algunas otras coincidencias, finalmente conminaron a Lorena y su marido a desestimar explicaciones apresuradas, a prestar más atención. Poco más fue necesario para saber de qué se trataba pero, mientras ella insistía que su hija querida sólo tenía el poder de predecirlos, su marido entendía que Marisa soñando, provocaba los desastres que luego la atormentaban. Que ellos debían terminar con eso
Esa mañana Lorena presintió que su tranquilidad no iba a durar. Tuvo que empujar a varios mirones para poder acercarse a la tele. El bar del subte estaba literalmente sitiado. Con la escalera mecánica en movimiento apenas había podido escuchar la noticia intermitentemente, entremezclada con el farfullo de los que renegaban del lunes. Y ahí estaba, a pesar de que la negación sosegaba su corazón palpitante, las grandes letras negras en el zócalo de la pantalla se imponían. El desastre había sido mayúsculo. No cabían dudas. Debía regresar urgentemente a su casa. Le preocupaba Marisa, pero mucho más su marido.
FRIKI - Marcela Ruz
Lo que debió haber sido una tarde de verano cualquiera
pasó a ser la tarde maldita en que todo empezó.
Hilos translúcidos, largos y etéreos, se entremezclaban en el pelo negro
y abundante de Lola. Eran esas hebras que normalmente flotan en el aire del
campo, a la deriva, y que al ser iluminadas por el sol parecen filamentos blancos,
brillantes.
Lola pensó que no los había visto al salir al jardín
y que se le habían pegado al pelo. Se
peinó con el cepillo de siempre, no salían así nomás. Empezó a los manotazos a tratar de sacarse
eso de encima frente al espejo del baño. Cuando lograba arrancarse algunos se
desintegraban en su mano, así que tampoco podía examinar los hilitos tan detenidamente
como hubiera querido. Buscó el peine fino, tironeó, desarmó un par de
nudos. Se metió en la ducha, se lavó con
furia el pelo, aplicó el acondicionador como siempre, con la toalla se frotó
hasta dejarse el cuero cabelludo rojo e hirviendo. Miró la toalla con asco, esperando encontrar
algún insecto. Sólo por un instante pudo
ver hebras plateadas por la luz del aplique del baño, después quedaron algunos
de sus pelos negros y largos, nada más.
Llorando y con la cabeza envuelta en una toalla
limpia se fue a su dormitorio, tenía que hacer algo, no sabía qué. Googleó sin
suerte, vio algunas fotos de hilos de arañitas y estuvo casi segura de que eran
así, que era eso lo que estaba creciendo sin control entre su pelo.
Su madre no volvería del trabajo hasta la noche,
sólo estaban en la casa la empleada y el salame del hermano. Pensó en mandarle un whatsapp a su amiga
Trini, tal vez ella…No, no podía arriesgarse.
Trini era la “it girl” de la división, si se enteraba de que le estaban
saliendo esas cosas en el pelo…Volvió al baño, buscó la loción antipiojos en el
vanitory y se volcó todo el frasco en la cabeza, se masajeó bien y se puso una
gorra de baño.
Tenía hambre, fue hasta la cocina donde Mary estaba
preparándoles la merienda. Le preguntó
qué hacía con eso en la cabeza, si es que tenía piojos o si se le había
ocurrido teñirse mechones de violeta como el mes pasado, que no la metiera en
líos. Con un y a vos qué te importa se
sentó y empezó a devorar las tostadas.
Mary se le acercó por detrás y le sacó la gorra de un tirón. Hubo un desparramo de filamentos en el piso,
un hermano que salió corriendo, un alarido de Mary y una catarata de insultos
de Lola. Manoteó la gorra y se la puso de nuevo como pudo, empujando pelo,
hebras y algunas migas de tostada que tenía pegadas en la mano abajo del
plástico floreado. Mientras el hermano espiaba por la puerta entreabierta sin
animarse a volver, Mary trató de calmarla y de calmarse, mientras se persignaba
una y otra vez. Ella había escuchado en su
pueblo el caso de una chica a la que le crecía una enredadera en lugar de pelo
en la primavera, el de un muchacho al que le salían espigas de trigo en el
invierno alrededor de la frente, pero de esto no sabía nada. Probarían con su macerado de laurel, que con
eso se cura casi todo. Lola no estaba
muy convencida, si se seguía poniendo porquerías en el pelo se le iba a poner
horrible, por ahí hasta se le caía…No quiso que llamara a su madre al celular,
cómo explicarle eso por teléfono. Mary
sugirió sacarle una foto y mandársela, así iba a entender más. Pero de ninguna
manera Lola se iba a sacar una foto así, el riesgo a que terminara viralizada
en internet la hizo tener uno de sus ataques de histeria, así que decidieron
que lo mejor era esperar a que llegara del trabajo. Y no se iba a sacar la
gorra, no.
Por primera vez no posteó nada en Instagram ni se conectó
con nadie. Cuando esto pasara, seguro
que pasaría, diría que no hubo luz o que se cortó internet. Las pocas horas que faltaban para que
volviera su madre se le hicieron eternas, daba vueltas por su habitación con
los auriculares puestos arriba de la gorra, pero ni siquiera su amado Shawn
Mendes la tranquilizaba. Abría y cerraba el placard, miraba por la ventana al
jardín para ver si podía descubrir algún indicio que la ayudara a entender qué
cuernos era lo que le estaba pasando. El
olor a insecticida pasaba por debajo de la puerta, la muy idiota de Mary seguro
que estaba tirando por todos lados y no se animaba a entrar y tirar en su
dormitorio, que era lo más lógico después de todo.
Cuando llegó la madre fue un pequeño caos. Había habido otros, pero no como este. Si
hasta Mary se quedó después de hora, de gusto nomás porque no servía de mucho
ahí parada restregándose las manos, sugiriéndoles que consultaran con una bruja
que ella conocía, que eso era un trabajo de alguien que las envidiaba. Después del interrogatorio materno, que
incluyó la consabida cuestión del consumo de alcohol, pastillas y porros,
resolvieron que si al otro día las hebras seguían apareciendo irían a la
dermatóloga. Pero era sábado, no atendía
los sábados. Irían a la guardia de la
clínica entonces, esperarían lo que hiciera falta. Tal vez era mejor, había médicos de todas las
especialidades. Con un buen pañuelo en
la cabeza nadie en la sala de espera sería testigo de lo que le pasaba.
Esa noche Lola casi no durmió. Se acordó de Kafka, se imaginó amaneciendo
como una araña enorme y desgarbada. ¿Y
si le salían rastas enormes, altas y plateadas?
¡Antes araña que rastafari! Menos mal que no era época de clases, en
medio de tanto desastre por lo menos tenía eso a favor. Se tendría que comprar una peluca, o pelarse y
decir que tenía cáncer y le estaban haciendo quimioterapia, cualquier cosa era
mejor que el bullying que le esperaba. Tenía que amenazar al hermano para que
no contara nada, igual era salame pero no tanto; a él tampoco le convenía que
se supiera que era el hermano de un bicho raro.
El sábado los filamentos seguían creciendo y
flotando alrededor de la cabeza de Lola.
Pidieron ver a un médico clínico de guardia, mintieron sobre los
síntomas. Una médica las atendió después
de una hora y pico de espera. No sabía
qué decirles, nunca había visto nada así.
¿Antecedentes familiares, enfermedades previas? Nada, todos saludables
excepto una tía abuela que un buen día se volvió loca y algunos casos de
hipertensión por el lado paterno. Solicitó
análisis de sangre y orina, tres horas después ya estaban los resultados,
normales. Llamó al dermatólogo, que tampoco pudo ayudarlas. Les sugirieron ver a un genetista, incluso ubicaron
a uno por teléfono quien, ante lo extraño del caso, se comprometió a ver a Lola
el próximo lunes a las nueve de la mañana. Necesitaba que fuera con sus dos
padres y con el hermano, para tomar las muestras que podría llegar a necesitar.
Arrastrando los pies, con la cabeza baja, maldecía
su suerte. No iría a bailar hoy, ni a la
pileta de Trini mañana, ni a ningún lado nunca más. Su mamá trataba de reconfortarla, no era tan
grave, el genetista seguro encontraría un tratamiento y mientras tanto podía
usar el pañuelo. Si la cosa se alargaba
comprarían una peluca, hay muchas hermosas y muy naturales. Llamaría a papá,
seguro que no tendría ningún problema en acompañarlas el lunes. Las dos lloraron durante todo el viaje de
vuelta.
El fin de semana transcurrió entre pesadillas,
búsquedas en internet, aplicación de insecticidas por toda la casa y llamadas
telefónicas al padre, que aunque creyó que era si no un invento completo una
exageración de su ex para conseguir un aumento en la cuota alimentaria prometió
acompañarlos al médico el lunes. Hubo mensajes de Trini, quejándose porque no
iba a ir a su casa el domingo, si justo iba a ir él, sí, qué lástima que se
hubiera engripado. Cami también mandó un
par de mensajes; Lola sabía que rápidamente ocuparía su lugar como segunda de
Trini, ese lugar que tanto le había costado conseguir.
Llegó el ansiado lunes, el cuarteto se presentó en
el consultorio. Lola fue examinada cuidadosamente, aunque no hubo forma de
obtener muestras de los filamentos, que se desintegraban a los pocos instantes
de separarse de su cabeza. Hubo
cuestionarios y tomas de muestras de sangre.
El médico era extremadamente amable, pero no logró tranquilizarlos en lo
absoluto. Les dijo que los primeros
resultados tardarían unas semanas, que había estado investigando acerca de
casos similares y había un par de adolescentes en Japón con síntomas parecidos,
que tenía una video conferencia programada para ese mismo martes. Lola se imaginó transformada en un animé, en
una araña con minifalda escocesa y soquetes blancos. Al final de la consulta el médico les pidió,
les exigió a los padres que la llevaran a ver al Dr. Montalbán, experto en
tratar los problemas psicológicos y de adaptación que lamentablemente surgen en
casos como estos, tan raros y de difícil diagnóstico y tratamiento.
Hoy es
la primera consulta de Lola. ¡Pobrecita!
Está asustada, sus ojos irradian esa tristeza que vi tantas veces. La derivó mi cuñado, el genetista. Y lo bien que hizo. Ojalá él encuentre la cura. Pero aunque no lo haga, ella va a salir
adelante, va a tener una vida normal. Si
lo sabré yo, que cada seis meses tengo que dejar que mi mujer, que es cirujana
(así la conocí) me ampute el rabo que insiste en volver a aparecer…
Estuvo genial la clase. Mención especial para el cuento de la escalera de Cristina. Saludos.
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