Consigna 9: Elegir una fiesta familiar en la que el o la narradora, en primera persona, cumple un determinado rol que le ocupa casi todo el tiempo y energía. Sin embargo, percibe que en algún lado pasan cosas que no entiende ni puede definir. Tomar la idea de texturas.
Producción de los participantes
La fiesta - Ana Lía Olego
NOCHE DE PAZ - Marcela Ruz
La fiesta - Ana Lía Olego
NOCHE DE PAZ - Marcela Ruz
La fiesta - Ana Lía Olego
Doña María cerró la despensa, así que ya son las ocho. Esa cortina es implacable. Creo que aún en la panza de mamá ya la escuchaba tronando cada mediodía y cada anochecer en su cierre en tres pasos, los que le permitían los brazos cortos, y ahora viejitos de su dueña.
Ya estarán por llegar. Acordamos esta hora, ni demasiado temprano ni demasiado tarde, por los que vienen viajando y por los que tienen que levantarse temprano.
Espero que les guste como arreglé la mesa. Y el mantel, seguro que les parecerá nuevo porque no creo que recuerden que mamá lo bordó ella misma para su ajuar, como le gustaba contarnos. Y los lirios están hermosos así que no pude resistirme a ponerlos en el centro de mesa, como hacía mamá para estas ocasiones, aunque Jorgito proteste porque haya olor a velorio. Este Jorgito tiene cada idea. Pero los jóvenes de hoy son así, no saben de la satisfacción de hacer las cosas con las propias manos. La verdad es que el jardín está igual que cuando éramos chiquitos y los tres revoloteábamos entre las polleras de mamá y los canteros que ella cuidaba tanto.
No sé qué hacer con la comida, si la dejo en el horno se va a secar demasiado, pero si la saco... Una pena que la vida nos separara tanto porque los tres hermanos éramos muy compinches. Jorge por su trabajo, Marisa por el de su marido. Por eso esta pequeña fiesta, para reencontrarnos.
Estoy impaciente porque quiero ver la cara de los chicos cuando vean el equipo musical que me compré. El mejor del negocio. Yo sigo pensando que el combinado funciona perfectamente bien y los discos son la mejor forma de escuchar música, pero tampoco quiero que piensen que su tía es un dinosaurio. Así que acá está, un Aika PJ3 de última generación que espero que ellos sepan usar, porque la verdad es que yo no entiendo nada.
Qué hermoso el olor a tierra mojada. Parece que se larga nomás. La lluvia estuvo amenazando todo el día y parecía que Santa Rosa nos dejaría plantados este año, pero no, acá está. Todavía me emociona recordar la ilusión de mamá de festejar su Santo. Era una fiesta. Siempre canapés para recibir, Vitel Toné de entrada, pollo al horno con papas y después el postre y la torta para el café.
Una pena que no puedan probarlo.
Y yo que tenía tanta ilusión de verlos. Pero es cierto que el camino se pone malo cuando llueve.
Cada año pienso que tendría que comprarme un freezer, dicen que es tan bueno para que la comida que sobra no se ponga fea.
NOCHE DE PAZ - Marcela Ruz
Todavía no terminé de poner las servilletas y ya empezaron a llegar. Ojalá alguna me dé una mano, para variar. Pero no, llegan todas emperifolladas, peinadas y con las uñitas bien pintadas mientras yo estoy transpirando como un chivo por culpa del maldito horno.
Ni siquiera en el patio corre algo de aire. Ahí llegó la cuñadita, son cinco a comer y cae con un pan dulce de medio kilo y una botella de sidra. La tía trae la bandeja de siempre, arrocito con pickles y mayonesa. El día que falte mamá, esto se corta. ¡Qué ganas de irme a la plaza y esperar a las doce sentada en el banco de abajo del ombú con una botella de sidra y garrapiñada, sola y tranquila! Siguen llegando, sonrientes y con las manos bastante vacías…Mamá me dice que Julio está estacionando la chata casi en la esquina, que por qué no puse los cajones para reservarle lugar…
Con tanto grito y tanto chico corriendo por todos lados, casi me olvido de poner los espirales debajo de la mesa. Les aviso a los padres no sé para qué, si están tomando cerveza o vino de las jarras y armándose sándwiches con los matambres que hice ayer. Así que si los chicos los tiran, se queman o los agarran los perros, paciencia. Porque los perros también están insoportables con tanto jaleo y petardo.
Voy a la cocina a cortar más matambre y a buscar las fuentes con los huevos rellenos, la ensalada rusa y el vitel toné. Casi me caigo por llevarme por delante el cable de uno de los ventiladores, por suerte Celia me atajó justo. Está muy pálida, ojerosa. Me acompaña a la cocina, cuando le pregunto qué le pasa me dice que anda mal del hígado hace una o dos semanas, que está a pollo hervido y calabaza. Menos mal que se trajo el tupper porque yo no sabía y no le hice comida de dieta. Me ayuda con las bandejas y sale para el baño haciendo arcadas. Esta para mí está embarazada, pero que yo sepa ni siquiera tiene novio.
Hace falta más pan, no sé si va a alcanzar, qué vergüenza si me quedé corta…El idiota de Pedro me hace ojitos como siempre con la mujer sentada al lado. No cambia más, es más fuerte que él. No sé qué le vio la prima, la verdad. Hay que levantar los platos de la entrada y trozar los pavos y los pollos. Celia sale del baño por tercera o cuarta vez, ya no sé. Por momentos parece estar un poco mejor, por momentos no, en fin… No sé cómo la madre no se ocupa, es una chica grande pero es evidente que algo le pasa. Ni bien pueda le digo algo así como al pasar, a ver si reacciona la muy tonta.
Mamá parece estar disfrutando, desde la cabecera de la mesa vigila todo lo que pasa y trata de escuchar y meterse en todas las conversaciones, cosa imposible porque el de una punta está hablando a los gritos con el de la otra y las palabras de todos se cruzan, luchan en el aire y caen sobre el mantel blanco todas mezcladas.
No sé dónde se metieron los chicos, se deben haber ido a la terraza porque la puerta la cerré con llave para que no se escapen a la calle. Son terribles, y desde que un par ya están en la edad del pavo están peor. ¡No digo! Ahí bajan dos a los empujones por la escalera, muertos de risa. Cuando me ven, se van corriendo para la pieza de mamá, me parece que llevan algo en la mano y tratan de que no lo vea. ¿Estarán fumando a escondidas? Ma sí, que fumen, mientras no me quemen la casa… Si los padres no se calientan, no me voy a calentar yo.
Atilio prende el toscano, es la señal para levantar la mesa y traer la ensalada de frutas con crema, los turrones, los panes dulces y las frutas secas. Casi son las doce y no doy abasto para sacar platos, traer otros, llenar compoteras. ¡Cómo comen a pesar del calor! ¿Dónde están los chicos? Ya están grandes para creer en Papá Noel, pero igual esperan algún regalo. Hay paquetes abajo del arbolito en el vestíbulo, cuando llegue el momento se encargarán de repartirlos, todos tienen la tarjetita con el nombre. Alguno puso la radio para brindar exactamente a las doce, como corresponde. Ya se escuchan los fuegos artificiales, los petardos. Momento de brindis y de repartir regalos. Mamá está feliz rodeada de bisnietos, papel celofán y moños. Yo me iría a dormir en este mismo instante.
Cuando arranca el baile, gracias al equipo de música que Julio y Atilio instalaron como siempre, escucho el grito de Celia. No me había dado cuenta de que se había escabullido a la pieza de mamá. Se ve que Pedro estaba más cerca porque llegó antes que yo. Me dice que ella no se sentía bien, cosa que ya sé, que se quiso recostar y el par de lagartijas que los muy desgraciados habían puesto bajo la almohada destinados a la nona la asustaron. Me acerco a la cama, ella está sentada en el borde con la cabeza entre las piernas, temblando. Ahora sí que llamo a la madre, que se haga cargo. Pedro no quiere, a mí no me importa.
En el patio ya corrieron la mesa contra la pared y están bailando y brindando y algunos, es increíble, siguen comiendo. Cuando ubico a la madre de Celia la mando para la pieza, me mira raro pero va. Mamá va también, no quiere que entren sin los patines y le rayen el piso. Yo sigo para la cocina a preparar café, a más de uno no le va a venir mal.
Los chicos reaparecieron, aprovecho y les pego un buen reto por lo de las lagartijas y porque se llevaron un par de cervezas y una sidra para la terraza. Las mellizas, cocoritas, me dicen que estoy hecha una vieja loca, que nadie hizo nada. Los amenazo con contarles todo a los padres y se alzan de hombros, claro, si saben que los padres no se van a hacer el más mínimo problema. ¡Qué buena cachetada les daría! Vuelvo a la cocina, hay una pila de platos, vasos y fuentes sucias, así que mejor empiezo a lavar algo porque si lo dejo para mañana va a ser peor.
Recién a las cuatro, cuatro y media, empiezan a irse. Cuando cierro la puerta atrás de los últimos y creo que ya puedo respirar tranquila hasta la noche del 31, escucho la voz de mamá llamándome desde su pieza.
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