Bloque 2/16 Consigna 3: Construir un cuento fantástico en primera persona en el que un personaje central desarrolle una teoría que incluya todos sus conocimientos y que sea el sentido de la vida. La teoría debe ser falsa, el ámbito cotidiano restringido.

Material de referencia:
Historia del guerrero y la cautiva. Borges
La biblioteca de Babel. Borges

Producción de los participantes:
Efecto invernadero -Haydée Ortone
Mamushkas -Marcela Ruz
Jaque Mate -Roberto Rodríguez Gras

Efecto invernadero -Haydée Ortone

Soy Enrique Heisse, desde el ´98 me desempeño como profesor de la Universidad de La Plata, dicto la cátedra de biología y además tengo el título de profesor honoris causa de la Universidad de Oxford que me otorgaron por mis estudios sobre las reacciones adversas que produce el uso indiscriminado  de la imiprotina y la cipermetrina sobre los animales domésticos pero lo que da sentido a mi vida es la investigación. Es por eso  que después de analizar exhaustivamente la hipótesis del premio Nobel de Física Dr. Blanchard, a la cual no adhiero, que pronostica que dentro de veinte años, cada quince minutos desaparecerá una especie viva de la faz de la tierra, entendiendo por especies vivas los animales, las plantas, los organismos unicelulares, etc. encontré ciertas incongruencias en dicha teoría. El espacio es infinito y el tiempo  circular,  por lo tanto no hay evidencias de que el fin esté tan próximo. Creo que el pensamiento del Dr. es totalmente apocalíptico y a las pruebas me remito: acaso ¿no hubo vida después de las glaciarizaciones?  ¿no se recuperó la tierra tras los enormes cataclismos que sufrió por factores climáticos adversos tales como la caída de inmensos meteoritos, o explosiones atómicas como la de Hiroshima?, decidí hacer una proyección a cincuenta años. Solicité una licencia sin goce de sueldo en la Universidad y como es sabido que al elevarse la temperatura 4 grados centígrados sobre la media normal se altera el equilibrio ecológico, en una cámara especialmente acondicionada recreé la atmósfera y las formas de vida tal cual las conocemos hoy para poder investigar los efectos del  gas carbónico en el calentamiento de la atmósfera y la relación  entre los agujeros de ozono y las consecuencias nefastas para la vida en el planeta.

Al principio en el simulador, el proceso de adaptación de los pequeños animales, los insectos y las especies vegetales fue un éxito, la vida transcurría con normalidad y todos convivían y se retroalimentaban mutuamente, las plantas con el abono producido por los excrementos de los animales y éstos comiendo las semillas y frutos que les proporcionaban aquéllas. Entonces consideré que había llegado el momento y comencé a insuflar anhídrido carbónico en el receptáculo, lo que hizo que gradualmente fuera aumentando la temperatura. Poco tiempo después los vegetales empezaron a creer en forma desmedida y los escuerzos y algunos roedores presentaron conductas anormales. Se los notaba nerviosos, sedientos, no respetaban los ciclos del sueño y la vigilia.

Al ver que mis experimentos estaban arrojando los primeros resultados, mi entusiasmo no tuvo límites. Casi no dormía para no perderme ningún detalle. Recuerdo que cuando un grupo de ratas presentaron una serie de malformaciones estuve más de una semana sin bañarme; a las pocos días fueron muriendo una por una. Poco después observé que  las plantas, sobre todo las más vulnerables se iban como achicharrando y los insectos que al comienzo se reproducían aceleradamente fueron desapareciendo y en su lugar otras especies desconocidas empezaron su ciclo evolutivo.

Por supuesto, yo llevaba un registro pormenorizado de todo lo que ocurría en el invernadero. Ahí se prendió la primer señal de alarma: de acuerdo con mis investigaciones el Dr. Blanchard tendría razón: la humanidad iba camino del exterminio total mucho más rápido que la teoría más pavorosa, pero yo, sin embargo continuaba creyendo que todo era transitorio, que el planeta rápidamente iba a adaptarse  a las nuevas condiciones climáticas y que los individuos  iban a desarrollar sistemas de defensa para poder subsistir aunque por supuesto sobrevivirían sólo los más aptos.

Así fueron transcurriendo los meses, la cámara grababa día y noche todo lo que ocurría en la cápsula experimental. Yo dormía de a ratos, y al despertar repasaba todo el material fílmico para ver las novedades. Tengo que reconocer que mi tesis estaba a punto de derrumbarse, entonces decidí acelerar un poco más el proceso del calentamiento para ver qué podía llegar a suceder.

Hace veinte días que vengo observando que el agua de la fuente está bajando de nivel y las paredes vidriadas se empañan a consecuencia de la condensación de vapor. Sólo algunos arbustos, los más resistentes, todavía están verdes. La pareja de patos murió de  repente, creo que el intenso calor y la inanición fueron las causas de sus decesos. Lo ideal hubiera sido poder observar los cadáveres, pero la cápsula es hermética, no tengo forma directa de ver lo que ocurre en el interior.

Hay algo que me llama la atención: a los sapos parece no afectarles el cambio climático, por el contrario, los veo cada vez más grandes. Por más que los vigilo no logro saber cómo subsisten, ya casi no quedan insectos. Es tan agobiante el calor que irradia la cámara que todo el laboratorio arde. Tengo la sensación de que todos los organismos vivientes, nos estamos calcinando como en un enorme horno. Creo que tengo fiebre, mi respiración es lenta, siento que me hundo en un abismo profundo…

        …un estallido de cristales me despertó sobresaltado. La luna bañaba con su luz toda la escena, el caos reina en el recinto. Las paredes vidriadas de la cámara ya no existen, una lluvia de cristales y los restos de plantas y animales están esparcidos por todo el laboratorio. Los anaqueles están destrozados al igual que la filmadora y el equipo para inyectar el gas. Una herida profunda surca mi frente. Aterrado no me atrevo a hacer ningún movimiento. De pronto, dos enormes monstruos desconocidos, salvajes repugnantes, rugosos y desorbitados aparecieron ante mí. Cuando reaccioné  fue demasiado tarde, ambos saltaron por la ventana y se perdieron en la noche.



Mamushkas -Marcela Ruz

Sigo mirando por el microscopio…Sigo disfrutando de la belleza de sus colores, de sus formas, las veo bailar para mí. Las escucho hablar, organizarse, rebelarse, rendirse. Son dos, luego cuatro, después ocho; ahora ninguna. Cada una es, fue un universo. Yo me he transformado en el autor de terribles masacres; son necesarias para comprobar la tesis.

Muchos de mis colegas de este laboratorio no la aceptan, no pueden ver más allá de sus narices.  Me apena su mediocridad, su falta de entusiasmo, su aburrimiento. Pero llegará el día terrible y luminoso en el que entenderán lo que yo ya sé: que cada elemento que compone la más ínfima célula está compuesto, a su vez, por otros elementos aún más pequeños y que cada uno de ellos incluye a otros, y estos otros a otros más, y podremos seguir así hasta el infinito.

También es cierto lo inverso: Así como nosotros estamos compuestos por millones de partículas, así como los glóbulos rojos y blancos conforman parte de ese líquido al que llamamos sangre, nosotros somos los glóbulos rojos, o blancos, o el nucléolo, o la vacuola, o toda una célula de otro organismo, que a su vez está incluido en otro, que vuelve a formar parte de otro, y éste a su vez de otro…No hay límite en lo pequeño y en lo enorme más que el infinito. Una suerte de sucesión indefinida de mamushkas en la que cada una alberga no a una más pequeña sino a varias.

Me saco los anteojos, veo por la ventana los tres soles y las cuatro lunas. Elijo creer que ya es de noche, que tengo que dormir. Si alguno de los otros de los que formo parte no me usa como material para su propio microscopio, mañana tendré que dar clases.




Jaque Mate -Roberto Rodríguez Gras

Desde la clandestinidad, desde las catacumbas preparamos el retorno. El poder exterior nos ha recluido a este rocoso mundo en el seno de la tierra distantes de su epidermis. Transitamos laberintos interminables que encierran los secretos más íntimos de nuestra madre tierra. Pretendemos vivir alejados de la decrepitud y la muerte cualidades éstas de la biología orgánica de la superficie. En otras palabras, nos revelamos y somos opuestos al polvo, es decir a la disgregación y al fracaso. La piedra que nos rodea, primera solidificación del ritmo creador, símbolo de inmortalidad y unidad es nuestro blasón. Mientras en la superficie acontecen las convulsiones  políticas es en estos vericuetos no infectos donde reinan la paz y la solidaridad. A raudales salen las sombras –y las ideas- de esta caverna platónica. Constituimos la línea divisoria entre lo racional y lo caótico.  No falta mucho para que suban a la superficie los arquetipos vivificados del inconciente colectivo. Es que desde esta piedra viva, filosofal amalgamada en esencia por el sinnúmero de humanos que unifican un sentir superior sin grietas, sin oposiciones orientados a la recreación de un nuevo mundo; un nuevo mundo donde reine la felicidad. Yo afirmo  desde el ombligo del mundo, desde el poder del centro de la tierra que  estamos listos  ya que hemos aprendido a dialogar con presencias tangibles e intangibles de un ayer nada cercano. Nos acompañan con los sueños percibidos durante el insomnio, Funes el memorioso, Ricardo Wagner que supo dar al mito su forma más sublime, la liturgia que emana del contacto de hombres, muertos y dioses. Utilizaremos el tercer ojo de las religiones mistéricas y no faltarán la alquimia y las transubstanciaciones.

Desde nuestra visión rechazamos la clasificación del cosmos en compartimentos estancos y  sólo aceptaremos percibir en forma instantánea el conjunto como lo hacen los niños, la intuición, los místicos, los adictos al cannabis en una idéntica embriaguez de totalidad.

Y cuando como un volcán en erupción que emite su lengua de fuego que alcanza los cielos y vomita por doquier la lava incandescente rumiada en su intestino nuestro líder dé la orden para dar jaque mate en una jugada, entonces, sólo entonces se instaurará el nuevo orden, el de la fantasía.

Sólo esperamos la orden de Sandokán.

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