Bloque 1/16 Consigna 6: Soy un viajero/a, he visitado muchos espacios desérticos o poblados. Entro en una ciudad desconocida. Alguno de sus objetos me convoca, me atrapa, me lleva. Desde el caos (supone una enumeración) llego a entender a la ciudad.
Material de referencia:
Producción Consigna 6
El Aleph. J. L. Borges
La larga cabellera negra. Mujica Láinez
La larga cabellera negra. Mujica Láinez
Producción Consigna 6
Las ciudades (Cristina Delea - 7.2016)
Sin ninguna pretensión de
vanidad o alusión a esta, dentro de un marco carente de lo sutil y enredado,
puedo decir que estuve en algunas ciudades.
En otro tiempo, muy lejano a
este, extremadamente lejos de mi sinuosa y extraña vida.
Fui pasando por vastas ciudades
febrilmente incansable, como si fuera un relámpago de vértigo y apuro para
todos lados.
Sin pena ni gloria las dejé
atrás por cansancio.
Pasé también por aquellas en
que el tiempo se detiene, todo parece estar quieto, está la vida en todo,
procesando a fuego lento el placer de cada paso. Allí el tiempo se alargaba, y puedo
confesar que viví observando, tratando de registrar, como si fueran fotos, todo
a mí alrededor que se sostenía y perduraba, calma chicha mediante, siguiendo el
ritmo que conlleva lo trascendente, bajo la mirada de lo Divino.
El lugar parecía fuera del
planeta, fuera de los afanes que hay por todas partes, pero muy a mi pesar, debí
partir. Llevé conmigo las imágenes grabadas a fuego, pero algo, no sé qué
exactamente, me iba llevando a otro costado y hacia allí me iba preparando.
Parecía como que mis pasos,
solos eran guiados por mi camino.
Es que yo ya había imaginado todo.
Así tal como fue, la travesía me llevaba, sintiendo mis corazonadas. Algo así
como que yo ya había estado allí, con signos que antes de esto yo había visto,
con destellos de luz extraños, fulgurantes, salidos de lo cósmico. Sonidos que
nunca antes había oído, pero que recordaba desde siempre por no parecer
terrenales. Pinceladas de colores que asomaban con figuras extrañas. Eran
sombras grisáceas que se desvanecías apenas las veía, apareciéndose y yéndose
fugazmente, me mostraron que yo debía partir de allí.
Mis visiones hablaban de
cambio, así fue que llegué al lugar que tantas veces me fue anunciado.
Era una aldea de luces y
colores, tan intensos que encandilaban al verlos. La luz, fuertísima allí,
encendida por cada rincón, algunos tonos brillantes, otros azulados con paz y
con calma.
El lugar estaba lleno de
colores, los tonos más hermosos, los amarillos dulces, vitales, naranjas, todos
ellos con los que pasé mi infancia.
Así llegue a este tiempo,
luminoso, resplandeciente y en mi lugar tan soñado y deseado sólo hubo:
Un ya no más.
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