Bloque 1/19 Consigna 5: Elaborar una narración en la que se encuentren tres personajes con miradas cotidianas distintas. Uno de ellos tiene que pertenecer a otra generación. En esa narración deben intentar enfrentar un conflicto que de alguna manera les corresponda a todos.

Material de referencia:
"Conejo" de Abelardo Castillo

Producción de los participantes:
CHE CRISTIAN QUERÉ JUGAR? -Haydée Ortone
Y AHORA ¿QUIÉN PODRÁ AYUDARNOS? -Marta Imbriale
Volare o, o, o... -Marta Imbriale

CONEJO - Abelardo Castillo
Y cualquiera que escandalizare a uno de estos
pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de molino de asno, y
se le anegase en el profundo de la mar.
MATEO, XVIII: 6

No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre entendiste las cosas. Al principio me parecía que eras como un tren o como los patines, un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines, que un conejo de trapo al final es parecido a las muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colorados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.

A mí no me importa si no está. Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés esto y qué querés nene y puro acariciar, como cuando te enfermas y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están para cuando uno se enferma y en¬tonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine, y por el estúpido del Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la puerta y encima siempre anda pegando. Se ríe porque juego con vos, mírenlo, dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los gran¬des también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos, por ahí, vas lo más tranquilo y les decís mira lo que hice, creyendo que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican ni nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene, aunque no sea Reyes o el cumpleaños.

Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te trajo también me acuerdo, toma, me dijo, lo compré en Olavarría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes esos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo. Es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería un regalo extraordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una cosa así. Pero era liviano y cuando lo desaté estabas vos adentro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y ella me dijo por qué me quedaba así, como el bobo que era, y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mira la cabeza que tiene. Entonces dijo desagradecido igual que tu padre. Después, cuando papá vino del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice escribile a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el que más la extraña, me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se pelean, bueno: papá no, él no dice nada y se viene conmigo a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al principio, también me creía que eras un juguete como los caballos de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras como Pinocho, el que contó mamá. Ella contaba cuentos, a la mañana sobre todo, que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo terminamos amigos, mejor que con los amigos de verdad, los chicos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en se¬guida te andan gritando patadura, anda al arco querés, y malas palabras y hasta delante de las chicas te gritan, que es lo peor. Una vez me dijeron por qué no traes a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían. Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se parecen a los tuyos. Me parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.

Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía. Y puro hacer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el mundo pone cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hubiera dicho nada era lo mismo, pero el Julio, la basura esa, para qué tenía que venir a decirme. Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra como siempre y no que vi¬niera a decir esa porquería. Si yo ya me había dado cuenta lo mismo. Papá está así, que parece borracho, y dice hacerme esto a mí. Y ellos le piden que se calme, que yo lo estoy mirando. Entonces me vine, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos casi mucho mejor que el tren y ni por un avión como el del rusito te cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te traen de regalo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma y no puede volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Oscarcito tampoco lloraba. Ese día también había venido mucha gente, pero era distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la mamá de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada, nos miraba a todos los chicos, pero no lloró, le decían que la mamá de él estaba en el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en el cielo, en Olavarría está. El Julio, la basura esa de porquería me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma a algún otro lado y por qué no puede ser. Todos lo dicen. Todos menos el primo Juan Carlos, que tampoco está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que ella dijera tenes que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los dejaba que se quedaran solos. Anda a jugar al patio, siempre querían que me fuera a jugar al patio: ella también. Y después puro regalar conejos, sí. Se creen que uno no se da cuenta, como ahora, que si estuviera enferma no sé para qué lo andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mirándome y me dice hijo, hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero no me sale nada, porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar tranquilo sin que me vean. Me vine porque sí, para hablar con vos que lo entendés a uno, y sos el mejor conejo de todos, el mejor del mundo con esas orejas largas, y dos dientes para afuera, como yo cuando me río.

Me parece que no me voy a reír nunca más en la vida yo. Eso es lo que me parece.

Y al final a nadie se le importa un pito de los dientes, por¬que yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí, porque se me antoja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá se muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza, que tenes no es na¬da linda, no, y si quiero vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de cuentas nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ganar es que te voy a romper todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni nada, por más que te arranque el brazo y te escupa todo, y vos te crees que estoy llorando, pero no lloro, aunque te patee por el suelo, así, aunque se te salga todo el aserrín por la barriga y te quede la cabeza colgando, que para eso tengo el tren y los patines y…



CHE CRISTIAN QUERÉ JUGAR?

-Qué quiere que le diga, Sr. Juez, soy una mujer sola con cinco hijos, los dos más grandes andan buscando laburo, pero… si no hay pa los que estudian… nosotro los pobre qué vamo a conseguir. Cuando nos preguntan dónde vivimo y decimos que somo de la villa nos sacan rajando, nos sacan, se piensan que somo todos chorros…
-Comisario ¿encontraron el arma homicida?-
-Afirmativo, Sr. Juez; es una veintidós, la tenían encima cuando el principal Gómez los detuvo después de perseguirlos hasta la villa….( pensar que por esos guachos me ligué un arresto, los dos turritos se bancaron como si nada la biaba que les dí pero cuando estuvieron delante del juez cantaron todo, y por si fuera poco la madre salió por la televisión: que los apremios ilegales, que el maltrato, que la discriminación. Lástima que les pegué poco, guachos de mierda).
-Yo y el Jony nunca tuvimos juguetes de verdá, mi vieja me decía “nene no puedo comprarte una pelota de fulbo y cuanti más una bicicleta”, pero a mí me hubiera gustado tener una como los otros pibes…
-Se la habíamos comprado para el día del niño, fue el premio por haber aprobado con medalla dorada el tercer curso de inglés. Yo le decía: no te alejes mucho, cariño, pero usted sabe cómo son los chicos. Salió a dar una vuelta, se entusiasmó y se alejó demasiado. Se estaba haciendo tarde y no regresaba, yo tuve un mal presentimiento, el instinto de madre tal vez…
-Los hermanos del Jony tenían unos revólveres. Se los calzaban en el cinto y salían a la calle para cancherear. “Vamos de caño”, decían.  El Jony siempre me los quería mostrar pero ellos no lo dejaban: “salí de ahí, pendejo, con los fierros no se juega, eso es cosa de hombres” nos decían. Esa tarde, aprovechando que estábamos solos, decidimos jugar nosotros también. El Jony me dijo: “che, boludo yo que ya cumplí los doce voy a ser el jefe y vos tenés que hacer lo que yo te diga” y me dio uno de los revólveres…
-Ma, te juro que yo no tuve la culpa; estábamos jugando a los canas y en eso se apareció el pibe. Tenía una campera nueva con el escudo del Barza y no sabés lo que eran las zapatillas. Venía en una bici de carrera toda dorada con cambios y todo. Para mí que nos miró con cara sobradora, entonces le dije al Cristian: agente detenga a ese ladrón de bicicletas y el Cristian, jugando, sacó el revólver y le dijo ¡alto ahí! pero el chabón pedaleó más fuerte y quiso escapar. “Que no se raje”, le dije, y entonces el Cristian, jugando, le apuntó de mentira y el pibe, se ve que con el susto tropezó con una piedra y se cayó al suelo. Yo le saqué la bici de encima para que pudiera levantarse y ahí nomás vimos la mancha colorada que tenía en la espalda. Entonces salimos corriendo en la bici para pedir ayuda hasta que apareció la yuta de verdá y nos gritaron ¡alto! Y nosotros nos paramo. Quisimo decirles que sólo era un juego, pero…
 - (Guachos de mierda, qué coraje, ir a botonearme ante el juez. Flor de garrón me tengo que comer. Lástima que les pegué poco, tenía que haberlos reventado. A éstos hay que liquidarlos de chicos, porque después es demasiado tarde. Ojalá se pudran en la cárcel. Negros de mierda ).


-Sres. del jurado, les pido que observen a estas criaturas. ¿Algunos de ustedes podrían decirme con exactitud cuál fue el crimen que cometieron?: el haber nacido en una villa ¿tal vez?... el no tener un pedazo de pan para llevarse a la boca, ¿quizás?... ¿fue la falta de una figura paterna que los contuviera y les sirviera de ejemplo?... Señores del jurado, teniendo en cuenta las carencias a que los condenó la vida, la humillación a la que estaban sometidos, la promiscuidad en que vivían, la miseria en la que estaban inmersos, la falta de oportunidades, los fracasos que corroen el espíritu y  llenan de resentimientos a los seres vulnerables, la falta de una política educativa que contemple las necesidades de la niñez carenciada, la desvergüenza de los políticos que cuando están en campaña los usan como estandarte en todos los actos proselitistas para sacarse fotos junto a ellos y luego, cuando llegan al poder, les dan la espalda, deshechándolos como a material descartable, el desinterés de la sociedad para encontrar soluciones a estos dramas, esa misma sociedad hipócrita que por otro lado, se atreve a juzgarlos; considero, señores del jurado, que estamos ante tres víctimas inocentes: en primer lugar el niño que resultó muerto en circunstancias tan desgraciadas; y luego, estos dos pequeños que con el afán de imitar las actitudes de sus hermanos mayores, a quienes sin duda consideraban sus idolos, intentaron llevar al terreno del juego lo único aprendido en ese mundo marginal en el cual estaban sumergidos, incapaces de prever los alcances de dicha conducta, por lo tanto, señores del jurado, reitero, sin temor a equivocarme, mi convicción de que estamos frente a dos personas inimputables. Señores del jurado: pido para los acusados la absolución. Será justicia.


Y AHORA ¿QUIÉN PODRÁ AYUDARNOS?
-Hola señora ¿está Juani? No contesta mis mensajes y ayer no fue a la marcha…
-Mirá nena. No sale del cuarto, para mí, está medio engripada. ¡También ustedes! Con tantas marchas. La semana pasada llovió a cántaros y volvió empapada. ¿Tu mamá no te dice nada?
-Mi mamá me acompaña siempre, anda con su pañuelo verde para todos lados.
-¡Mirá vos! ¿Qué cosa, no? Bueno Romina, pasá, a ver si sale a comer de una vez.
La habitación se siente oscura y fría. Juani de espaldas mira fijamente la pared. El oso mimoso está desconcertado, no comprende la ausencia de caricias sobre el peluche envejecido.
-¡Juani, Juani! ¡Se aprobó la ley! ¡No viniste boluda! ¿Qué mierda te pasa?
Su amiga se incorpora. Su mirada es sombría. Abre la boca con esfuerzo, con dolor.

-Estoy embarazada. 


Volaré o, o, o...
20 de junio 2019
La seño Graciela nos pidió que empecemos a escribir un diario porque escribimos muy mal. A mí no me parece, pero bueno, lo tengo que aser. 
Soy Facundo y tengo 11 años.
21 de junio
Patricio me invitó a su casa. Él vive sobre la avenida. Tiene una casa de dos pisos. Va a un colegio de curas. Nos hicimos amigos en la plaza. Es muy bueno él.
22 de junio
Ayer fui a la casa de Patricio.
Me abrió la sirvienta.
-No tenemos nada para dar.
-¡Yo soy amigo de Patricio señora!
Me dejó entrar, pero me miró muy feo.
¡Cuantas cosas tiene mi amigo! De todo tiene.
Jugamos mucho y después, sin hacer ruido, me llevó arriba, a la terraza.
-Mirá Facundo, no digas que te traje acá. Ahora vas a ver el tesoro de mi abuelo Vicente.
Era un lugar con ventanales de vidrio. Había como cincuenta jaulitas con canarios.
-¿Viste Facu, que lindos? Algunos son campeones.
-¡Pero están encerrados Patricio!
23 de junio
No puedo dejar de pensar en esos pájaros. 
Mi amigo se fue con los padres a su casa de Pinamar. Yo entré a su casa por una ventana de atrás. 
No había nadie. Me saque las zapatillas para no hacer ruido. Fui arriba. El perro me conoce y no ladró. Abrí un ventanal y después abrí todas las puertitas de las jaulas. Primero se quedaron quietos, pero después…
¡Volaron todos afuera! ¡Como yoré de alegría! ¡Parecían flores amariyas en los árboles! Cerré el ventanal y me fui corriendo a casa.
25 de junio
La seño nos contó que había visto bolar un montón de canarios en la avenida y supo que el dueño estaba enfermo por eso.
-¡Bueno, pero los tenía enjaulados!
A mí, la parte del himno que más me gusta es cuando gritamos “¡Libertad, libertad, libertad!”.

¿Sabe seño? Nadie es dueño de los pájaros.

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