Bloque 1/18 Consigna 5: Elaborar una narración que se titule "Volver al principio" y que tenga relación con lo que armamos a lo largo de la vida y desarmamos al final. Ubicarla en un pueblo que se va deshabitando poco a poco. Usar, si es posible, el monólogo interno libre.

Producción de los participantes:
VOLVER AL PRINCIPIO - HAYDÉE ORTONE
VOLVER AL PRINCIPIO - Mabel Jokmanovich Derka

VOLVER AL PRINCIPIO - HAYDÉE ORTONE

Vuelvo, quiero creer que estoy volviendo
con mi mejor y mi peor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo.
M.Benedetti.

Fue en la década del 70 cuando un atardecer de un día cualquiera, sus padres le comunicaron que habían decidido dejar el pueblo. Él se sorprendió, protestó, pero la decisión estaba tomada y las valijas hechas. (Los mayores jamás tienen en cuenta la opinión de los más chicos) y cuando cayó la noche también cayó el telón que puso fin a esa primera etapa de su vida.
El auto que los trasladaba, rápidamente fue dejando atrás la casa, la escuela, sus amigos, la plaza, el pueblo entero.
Como tantos otros, se exiliaron en Madrid y tal vez por aquello de que los niños tienen facilidad para adaptarse a las nuevas situaciones, fue el primero de su familia en acomodarse a semejante cambio. Pero adaptarse no significa olvidar; muy por el contrario, se diría que su mente puso en marcha todos los mecanismos a su alcance para mantener vivo el pasado.
Así fueron transcurriendo los años, la vida fluyó por "sus carriles normales", el niño creció, estudió, adquirió una profesión, formó una familia, se ganó el reconocimiento de sus pares, pero en el fondo de su corazón sentía que no era "ni de acá ni de allá".
Cuando estaba por cumplir los cincuenta, una idea fue tomando forma y entonces reunió a su familia y les dijo que había decidido hacer un viaje. - ¿Adónde vamos, papi?- preguntó su hija. - A ningún lado -. - Cómo, ¿no acabás de decir que nos vamos de viaje? .-
- No querida, acabo de decir que yo me voy de viaje, pero quédense tranquilos que será por
poco tiempo.- -Y se puede saber ¿donde pensás ir? -, inquirió su mujer. - A la Argentina, más precisamente a Tucumán, a mi pueblo, quiero ver el lugar donde nací, recorrer sus calles, sus casas, ver a la gente.-
- La hostia, viejo, qué egoísta habías resultado.- ( Es terrible ver con qué ligereza un hijo juzga a su padre). - Hija pensá lo que quieras, no vale la pena que te lo explique, no me entenderías.-

Y un atardecer de un día cualquiera, cuarenta años después, el niño hecho hombre volvió.
Fue un viaje largo y cansador. Ya en la provincia tomó un micro que luego de transitar por caminos polvorientos lo dejó en las afueras del pueblo frente a la estación del ferrocarril, en realidad estaba frente a lo que quedaba de la estación. Hasta el cartel con el nombre se habían llevado, y las vías, aquellas paralelas de acero que brillaban al rayo del sol,estaban manchadas por la herrumbre y totalmente cubiertas de yuyos.
Siguió caminando mientras los recuerdos se agolpaban en su memoria: la casa grande, el jardín al frente y a continuación el buffet de abogado de su padre y en medio de la sala el piano de su madre. Al rato se cruzó con un hombre viejo y encorvado, parecía un mendigo, y resolvió preguntarle por el Ingenio azucarero. - Hace muchos años que permanece cerrado - le contestó y lentamente siguió su camino. Mientras tanto era como si las imágenes del ayer cobraran vida: la escuela y Don Gómez el maestro y sus clases maravillosas donde mezclaba la aridez de la geografía con la riqueza de la historia, ese maestro que le enseñó a descubrir la lógica y la matemática de la poesía y la poesía que encierran las matemáticas.
Los amigos: el día aquél en que montados en unos palos de escoba y armados con unas cañas,
mientras jugaban a los caballeros medievales, Ricardo descubrió un enorme panal de avispas que colgaba de un árbol. - Hagamos una fila - dijo - y por turno tratemos de voltearlo. El que lo logre es el ganador.- Pasaron varios sin conseguirlo, entonces avanzó Daniel quien con muy buena puntería logró perforarlo pero los insectos inmediatamente se cobraron revancha. Y aquel 20 de junio: hacía mucho frío en el patio de la escuela esa mañana pero ellos no lo sintieron, tal era la emoción que los embargaba. El maestro con vos grave preguntó: -¿Jurais defender a nuestra bandera?- y un grito unánime salió de todas las gargantas: - ¡Sí, juro!- y enseguida la voz del gordo Miguel que agregó: -que en mi casa no hay pan duro.-
La plaza: los chicos jugando a las bolitas en la tierra y las chicas hamacándose en los columpios.
El pueblo y su gente: Fermín el farmacéutico, Andrés el peluquero, doña Carmen que además de ser la curandera era la suegra del médico. La vieja tenía un yuyo para cada enfermedad y siempre decía a quien quisiera oirla que muchas veces su yerno, ante algún caso difícil había tenido que recurrir a sus consejos.
Caminó largo rato, recorrió calle por calle, no vió un solo niño en las veredas, de tanto en tanto se cruzó con algún anciano que lo miró sorprendido. (Un forastero en esos pagos era muy raro, tal vez sería álguien del gobierno que iba a ver si podían exprimirlos un poco más). Pasó por las puertas del Ingenio, de sus chimeneas no salía más humo. Y la plaza... ni las hamacas estaban; entonces recordó aquella poesía que le había enseñado Don Gómez el maestro:

Vuelvo sin duelo y ha llovido tanto
en mi ausencia en mis calles en mi mundo
que me pierdo en los nombres y confundo
la lluvia con el llanto

y huyó despavorido.



VOLVER AL PRINCIPIO - Mabel Jokmanovich Derka

¿Llegará alguna vez el día en que mi pueblo deje, una y otra vez, de volver al principio de los principios?, se preguntaba el cacique Daviaxaqui (Clemente Medrano en idioma blanco).
Desde que tenía uso de razón, y de eso hará unos 83 años, Daviaxaqui había visto a su comunidad florecer y marchitarse en una rueda sin fin. Monte en flor y matas de espinas… Lapacho y vinal…
Perteneciente a la familia étnica de los mataco-mataguayos y a la parcialidad wichí, esta pacífica población habitó desde siempre el Gran Chaco; más precisamente la comarca del Impenetrable Chaqueño; tórrida, solitaria y magnífica. Habituados a la libertad y a nutrirse de sus ríos y montes, sufrieron mucho cuando el Ejército de ocupación argentino los despojó de sus territorios. Para subsistir sólo les quedó el obraje maderero, los ingenios azucareros y, más tarde, la cosecha en los campos de algodón: trabajo a destajo, explotación y violencia. Monte de vinal erizado de púas…
Pero un aire de cambio protector vino del oeste salteño hacia el 1900, de la mano de los padres franciscanos que fundaron la Misión Nueva Pompeya. Dentro de sus muros los wichí aprendieron a rezar, a disciplinarse, a realizar trabajo manual y cultivar la tierra. Fueron cincuenta años de paz y bonanza, donde el Impenetrable soñó un balsámico sueño rosado. Sueño de flor de lapacho…
Cuando los frailes se fueron, recordaba Daviaxaqui, la comunidad regresó al trueque, a la decadencia, a la humillación, al miedo y la penuria. De vuelta a la vida anterior en el monte, coexistiendo con dificultad con criollos y gringos inmigrantes. El terruño se tornó “tierra de nadie”, donde la ley apenas llegaba, los abusos eran muchos y la justicia incierta. Sin fuentes de trabajo, sin médicos ni escuelas y mal alimentados, muchos hermanos sucumbieron a la gripe y la tuberculosis; pero más que nada al doloroso: “indio sucio, indio haragán, indio ladrón”. Cerco hiriente de oscuro vinal…
A ese escenario desolador llegó, en los primeros años de la década del `70, la hermana Guillermina Hagen, continuó recordando el cacique Daviaxaqui. La “monja rebelde” que creía en un Cristo revolucionario y no temía enfrentar al poder. Corajuda, capaz, con estudios en Europa, era hábil manejando camiones y piloteando aviones. Pronto se movió cómodamente entre indígenas y criollos trabajando a la par de todos en el inhóspito Impenetrable Chaqueño. La Misión volvió a cobrar vida: se repararon puentes y caminos, se arregló la capilla que estaba en ruinas, se amplió el hospital, se creó una escuela… y una huerta, y una carpintería, y una cooperativa... Tanto se hizo que el lugar se convirtió al poco tiempo en un polo de atracción para trabajadores de otros parajes chaqueños. Los wichí aprendieron a valorar su cultura, a ser autosuficientes, a gestionar ante autoridades, a participar en política. Toda una comunidad teñida de rosado lapacho…
Pero la “Primavera” duró poco. La popularidad de la “monja rebelde” que lideraba la movilización indigenista en la zona, comenzó a extenderse por otras comunidades aborígenes y por todo el Chaco. Y no todos estaban contentos. Había gente poderosa que miraba con desconfianza aquella inédita experiencia: chacareros inescrupulosos que ya no contaban con mano de obra barata para levantar sus cosechas, comerciantes que ahora no podían cambiar a los indios una piel de iguana por un paquete de yerba, capitales vinculados a la explotación maderera, policías, políticos y jueces corruptos.
El 1º de octubre de 1973, acusada de “instigación a la comisión de varios delitos” por la Triple A, Guillermina fue detenida y trasladada al penal de Roque Sáenz Peña, junto a un grupo de colaboradores blancos y varios indígenas. Más tarde, obligada a abandonar la provincia por el gobernador Bittel, se exilió en Perú. La Cooperativa de Nueva Pompeya fue intervenida en 1975 por el Instituto Nacional de Cooperativas, dependiente del ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega.
Y así los wichí, dijo para concluir Daviaxqui, tuvimos otra experiencia frustrada, una más. Temerosos después del Golpe Militar de 1976, regresamos a la vida itinerante en el monte esperando otra oportunidad. Vinal y lapacho. Lapacho y vinal. Por siempre en el Impenetrable Chaqueño…

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