Bloque 2/17 Consigna 3: Construir una narración de dos voces: madre e hijo o hija, en la que la madre sea una especie de monstruo de dos o tres caras y sea enfrentada y desmitificada por el hijo o la hija mientras ella reconstruye su mejor imagen. Cada una de las voces debe presentar argumentos que la otra retoma y transforma. La forma debe ser la de cartas o emails y debe suponer una lejanía física actual. Sería interesante trabajar con la ironía.

Material de Referencia:
LA MADRE - MÁXIMO GORKI
EDIPO REY - SÓFOCLES

Producción de los participantes:
CADA VEZ MÁS LEJOS - HAYDÉE ORTONE
SOCIEDAD FAMILIAR - MARCELA RUZ
LA MADRE DE TODOS LOS MALES - Mabel Jokmanovich Derka
Estelita - César A. Varela
ENTRE MADRE E HIJO - Adriana Otheguy
Madre para quererte, y no para usar – Julia Zela

LA MADRE - MÁXIMO GORKI

Comenzó a traer libros y a leerlos a escondidas; luego los guardaba en alguna parte. A veces, copiaba algún pasaje, en un trozo de papel que también escondía.
Se hablaban poco y apenas se veían por la mañana, él tomaba su té sin decir nada y se iba al trabajo; a mediodía, venía a almorzar; en la mesa, cambiaban algunas palabras insignificantes y de nuevo desaparecía hasta la noche. Al concluir la jornada, se lavaba cuidadosamente, tomaba la sopa y luego leía largamente sus libros. El domingo, se marchaba por la mañana para no volver hasta entrada la noche. Pelagia sabía que iba a la ciudad, que frecuentaba el teatro, pero nadie de la ciudad venía a verlo. Le parecía que, cuanto más pasaba el tiempo, menos comunicativo era su hijo, y al mismo tiempo notaba que, en ocasiones, empleaba algunas palabras nuevas que ella no comprendía, en tanto que las expresiones groseras y brutales que antes utilizaba, habían desaparecido de su lenguaje. En su comportamiento, había muchos detalles que atraían la atención de Pelagia; dejó de hacer el gomoso, pero concedió más cuidado a la limpieza de su cuerpo y de sus ropas; su manera de andar adquirió mayor libertad y soltura, y su apariencia se hizo más sencilla y dulce. Su madre se preocupaba. Y en su actitud con respecto a ella, había también algo de nuevo: barría a veces su cuarto, se hacía él mismo la cama los domingos y se esforzaba, en general, por quitarle trabajo. Nadie obraba así en el barrio...
Un día trajo y colgó del muro, un cuadro representando a tres personas que caminaban con ligereza conversando.
-Es Cristo resucitado, camino de Emaús -explicó Paul.
El cuadro agradó a Pelagia, pero pensó:
«Honras a Cristo y no vas a la iglesia...»
El número de libros aumentaba de día en día sobre la hermosa estantería que un carpintero, amigo de Paul, le había fabricado. La habitación tomaba un aspecto agradable.
El la trataba de «usted» y le llamaba «la madre», pero algunas veces tenía para ella palabras afectuosas:
-No te inquietes, madre: volveré tarde hoy.
Y, bajo estas palabras, ella sentía algo de fuerte, de serio, que le gustaba.
Pero su inquietud crecía, y el paso del tiempo no la tranquilizaba: el presentimiento de algo extraordinario rondaba su corazón. A veces, estaba descontenta de su hijo, y pensaba:
-Los hombres deben vivir como hombres, pero éste es como un monje... Es demasiado serio... No es propio de su edad.
Se preguntaba:
-¿Tendrá, quizá, alguna amiga?
Pero para cargarse con una muchacha hacía falta dinero, y él le entregaba casi todo su salario.
Así pasaron semanas, meses, dos años de una vida extraña, silenciosa, llena de pensamientos oscuros y temores, que crecían sin cesar.
IV
Una noche, después de cenar, Paul, corriendo la cortina de las ventanas, se sentó en un rincón y se puso a leer, bajo la lámpara de petróleo colgada en la pared sobre su cabeza. Su madre, lavada la vajilla, salió de la cocina y se acercó con paso vacilante. El levantó la cabeza y la miró interrogante.
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-No... no es nada, Paul, soy yo -dijo ella, y se alejó vivamente, enarcadas las cejas con aire confuso. Permaneció inmóvil un momento en medio de la cocina, pensativa, preocupada; se lavó despaciosamente las manos y volvió junto a su hijo.
-Querría preguntarte -dijo muy bajo-, qué es lo que estás leyendo siempre.
El dejó el libro.
-Siéntate, mamá.
Se sentó pesadamente al lado de él y se irguió, esperando algo grave. Sin mirarla, a media voz, y tomando sin saber por qué un tono áspero, Paul comenzó a hablar.
-Leo libros prohibidos. Se prohíbe leerlos porque dicen la verdad sobre nuestra vida de obreros... Se imprimen en secreto, y si los encuentran aquí, me llevarán a la cárcel..., a la cárcel, porque quiero saber la verdad. ¿Comprendes?
Ella sintió que su respiración se cortaba, y fijó sobre su hijo unos ojos espantados. Le pareció diferente, extraño. Tenía otra voz, más baja, más llena, más sonora. Con sus dedos afilados, retorcía su fino bigote de adolescente, y su mirada vaga, bajo las cejas, se perdía en el vacío. Se sintió invadida de miedo y de piedad por su hijo.
-¿Por qué haces eso, Paul? -preguntó.
Levantó él la cabeza, le lanzó una ojeada, y sin alzar la voz, tranquilamente, respondió:
-Quiero saber la verdad.
Su voz era baja pero firme, y sus ojos brillaban de obstinación. En su corazón, ella comprendió que su hijo se había consagrado Para siempre a algo misterioso y terrible. Todo, en la vida, le había parecido inevitable: estaba acostumbrada a someterse sin reflexionar, y solamente se echó a llorar, dulcemente, sin encontrar palabras, el corazón oprimido por la pena y la angustia.
-¡No llores! -dijo Paul con voz tierna; pero a la madre le pareció que le decía adiós.
-Reflexiona, ¿qué vida es la nuestra? Tú tienes cuarenta años, y, sin embargo, ¿es que verdaderamente has vivido? Padre te pegaba... Comprendo ahora que se vengaba sobre ti de su propia miseria, de la miseria de la vida, que lo ahogaba sin que él comprendiese por qué. Había trabajado treinta años; empezó cuando la fábrica no tenía más que dos edificios, ¡y ahora tiene siete!
Ella escuchaba con terror y avidez. Los ojos de su hijo brillaban, hermosos y claros; apoyando el pecho en la mesa, se había acercado a su madre, y tocando casi su rostro bañado en lágrimas, decía por primera vez lo que había comprendido. Con toda la fe de la juventud y el ardor del discípulo, orgulloso de sus conocimientos en cuya verdad cree religiosamente, hablaba de todo lo que para él era evidente; y hablaba menos para su madre, que para verificar sus propias convicciones. Algunos momentos se detenía, cuando le faltaban las palabras, y entonces veía el afligido rostro en el que brillaron los ojos bondadosos, llenos de lágrimas, de terror y de perplejidad. Tuvo lástima de su madre, y siguió hablando, pero esta vez de ella, de su vida.
-¿Qué alegrías has conocido tú? ¿Puedes decirme qué ha habido de bueno en tu vida?
Ella escuchaba y movía tristemente la cabeza: experimentaba el sentimiento de algo nuevo que no conocía, alegría y pena, y esto acariciaba deliciosamente su corazón dolorido. Era la primera vez que oía hablar así de ella misma, de su vida, y aquellas palabras despertaban pensamientos vagos, dormidos hacía mucho tiempo; reavivaban dulcemente el sentir apagado de una insatisfacción oscura de la existencia, reanimaban las ideas e impresiones de una lejana juventud. Contó su niñez, con sus amigas, habló largamente de todo, pero, como las demás, no sabía más que quejarse: nade explicaba por qué la vida era tan penosa y difícil. Y he aquí que su hijo estaba allí sentado, y todo lo que decían sus dos, su rostro, sus palabras, todo aquello llegaba a su corazón, la llenaba le orgullo ante su hijo que comprendía tan bien la vida de su madre, le hablaba de sus sufrimientos, la compadecía.
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No suele compadecerse a las madres.
Ella lo sabía. Todo lo que decía Paul de la vida de las mujeres era la verdad, la amarga verdad; y palpitaban en su pecho una muchedumbre de dulces sensaciones, cuya desconocida ternura confortaba su corazón.
-Y entonces, ¿qué quieres hacer?
-Aprender, y luego enseñar a los otros. Los obreros debemos estudiar. Debemos saber, debemos comprender dónde está el origen de la dureza de nuestras vidas.
Era dulce para la madre ver los ojos azules de su hijo, siempre serios y severos, brillar ahora con tanta ternura y afecto. En los labios de Pelagia apareció una leve sonrisa de contente, mientras en las arrugas de sus mejillas temblaban aún las lágrimas. Se sentía dividida interiormente: estaba orgullosa de su hijo, que tan bien veía las razones de la miseria de la existencia; pero tampoco podía olvidar que era joven, que no hablaba como sus compañeros, y que se había resuelto a entrar solo en lucha contra la vida rutinaria que los otros, y ella también, llevaban. Quiso decirle: «Pero, niño..., ¿qué puedes hacer tú?»
Paul vio la sonrisa en los labios de su madre, la atención en su rostro, el amor en sus ojos; creyó haberle hecho comprender su verdad, y el juvenil orgullo de la fuerza de su palabra, exaltó su fe en sí mismo. Lleno de excitación, hablaba, tan pronto sarcástico como frunciendo las cejas; algunas veces, el odio resonaba en su voz, y cuando su madre oía aquellos crueles acentos, sacudía la cabeza, espantada, y le preguntaba en voz baja:
-¿Es verdad eso, Paul?
-¡Sí! -respondía él con voz firme.
Y le hablaba de los que querían el bien del pueblo, que sembraban la verdad y a causa de ello eran acosados como bestias salvajes, encerrados en prisión, enviados al penal por los enemigos de la existencia.
-He conocido a estas gentes gritó- con ardor: son las mejores del mundo.
Pero a su madre la aterrorizaban, y preguntaba una vez más a su hijo: «¿Es verdad eso?»
No se sentía segura. Desfallecida, escuchaba los relatos de Paul sobre aquellas gentes, incomprensibles para ella, que habían enseñado a su hijo una manera de hablar y de pensar, tan peligrosa para él.
-Va a amanecer pronto: debías acostarte -dijo ella.
-En seguida. -E inclinándose hacia ella, preguntó-: ¿Me has comprendido?
-¡Sí! -suspiró la madre. De nuevo brotaron lágrimas de sus ojos, y añadió en un sollozo:
-¡Te perderás!
El se levantó y dio algunos pasos por la habitación.
-Bien, ahora sabes lo que hago y adónde voy: te he dicho todo... Y te suplico, madre, que si me quieres no me retengas...
-¡Cariño! -exclamó ella-. Quizá hubiera sido mejor no decirme nada...
Le tomó una mano que él estrechó con fuerza entre las suyas. ;
A ella la conmovió la palabra «madre», que él había pronunciado con tanto calor, y aquel apretón de manos, nuevo y extraño. -No haré nada por contrariarte -dijo jadeando-. ¡Solamente, ten cuidado!, ¡ten mucho cuidado!
Sin saber de qué debía guardarse, añadió tristemente:
-Cada vez adelgazas más...
Y envolviendo su cuerpo, robusto y bien hecho, con una cálida mirada acariciadora, le dijo rápidamente y en voz baja:
-¡Que Dios te proteja! Haz lo que quieras, no te lo impediré. No pido más que una cosa: sé prudente cuando hables con los otros. Hay que desconfiar: se odian entre sí. Son
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ávidos, envidiosos... Les gusta hacer daño. Si empiezas a decirles tus verdades, a juzgarlos, te detestarán y te perderán.
De pie junto a la puerta, Paul escuchaba sonriendo estas amargas palabras:
-La gente es mala, sí. Pero cuando supe que había tuna verdad sobre la tierra, se volvieron mejores.
Sonrió de nuevo.
-Yo mismo no comprendo cómo ha ocurrido esto. Desde que era niño, tuve miedo de todo el mundo. Cuando crecí, me encontré odiando a unos por su cobardía, a otros no sé por qué, ¡por nada...!
Y ahora se han vuelto diferentes para mí: siento piedad por ellos, creo... no sé cómo, pero mi corazón se enternece desde que he comprendido que no todos son responsables de su bajeza...
Se calló un instante, pareciendo escuchar algo dentro de sí mismo: luego continuó, pensativo:
-¡He aquí cómo sopla la verdad!
Ella alzó los ojos hacia él y murmuró:
-¡Cómo has cambiado, y qué miedo tengo, Dios mío!
Cuando su hijo estuvo acostado y dormido, la madre se levantó sin ruido, y se acercó dulcemente a su lecho. Paul dormía sobre la espalda, y en la blanca almohada se perfilaba su rostro tostado, obstinado y severo. Las manos cruzadas sobre el pecho, descalza y en camisa, la madre se mantuvo junto a la cama de su hijo, sus labios se movieron en silencio y de sus ojos corrieron lentamente, una tras otra, gruesas lágrimas de angustia.
V
Y la vida continuó para ellos, silenciosa: de nuevo se sentían lejanos y próximos.
Un día de fiesta, a la mitad de la semana, Paul dijo a su madre al salir:
-El sábado tendré invitados de la ciudad.
-¿De la ciudad?-repitió la madre..., y repentinamente estalló en sollozos.
-Vamos mamá, ¿por qué lloras? -preguntó Paul, disgustado.
Ella suspiró, enjugándose el rostro con el delantal.
-No sé..., por nada.
-¿Tienes miedo?
-Sí -confesó.
El se inclinó sobre ella y dijo con voz irritada como la de un niño:
-¡Todos reventamos de miedo! Y los que nos mandan, se aprovechan de ese miedo para asustarnos todavía más.
La madre gimió:
-¡No te enfades! ¡Cómo podría no tener miedo! Lo he tenido toda mi vida.
El respondió a media voz, apaciguado:
-Perdóname. No puedo hacer otra cosa.
Y salió.
Ella tembló durante tres días: su corazón dejaba de latir cuando recordaba que «aquella gente» iba a venir a su casa: extraños, que debían ser terribles. Eran los que habían mostrado a su hijo la senda que ahora seguía...
El sábado por la tarde, Paul volvió de la fábrica, se lavó, se cambió de ropa y salió de nuevo, diciendo a su madre, sin mirarla:
-Si vienen, diles que volveré en seguida. Y no tengas miedo, por favor...

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EDIPO REY - SÓFOCLES

ESTROFA 2ª
Y ahora, ¿de quién se puede oír decir que es más desgraciado? ¿Quién es el que vive entre violentas penas, quién entre padecimientos con su vida cambiada? ¡Ah noble Edipo, a quien le bastó el mismo espacioso puerto para arrojarse como hijo, padre y esposo! ¿Cómo, cómo pudieron los surcos paternos tolerarte en silencio, infortunado, durante tanto tiempo?

ANTÍSTROFA 2ª
Te sorprendió, a despecho tuyo, el tiempo que todo lo ve y condena una antigua boda que no es boda en donde se engendra y resulta engendrado. ¡Ah, hijo de Layo, ojalá, ojalá nunca te hubiera visto! Yo gimo derramando lúgubres lamentos de mi boca; pero, a decir verdad, yo tomé aliento gracias a ti y pude adormecer mis ojos.

(Sale un mensajero del palacio.)
MENSAJERO.- ¡Oh vosotros, honrados siempre, en grado sumo, en esta tierra! ¡Qué sucesos vais a escuchar, qué cosas contemplaréis y en cuánto aumentaréis vuestra aflicción, si es que aún, con fidelidad, os preocupáis de la casa de los Labdácidas! Creo que ni el Istro ni el Fasis podrían lavar, para su purificación, cuanto oculta este techo y los infortunios que, enseguida, se mostrarán a la luz, queridos y no involuntarios. Y, de las amarguras, son especialmente penosas las que se demuestran buscadas voluntariamente.
CORIFEO.- Los hechos que conocíamos son ya muy lamentables. Además de aquéllos, ¿qué anuncias?
MENSAJERO.- Las palabras más rápidas de decir y de entender: ha muerto la divina Yocasta.
CORIFEO.- ¡Oh desventurada! ¿Por qué causa?
MENSAJERO.- Ella, por sí misma. De lo ocurrido falta lo más doloroso, al no ser
posible su contemplación. Pero, sin embargo, en tanto yo pueda recordarlo te enterarás de los padecimientos de aquella infortunada. Cuando, dejándose llevar por la pasión atravesó el vestíbulo, se lanzó derechamente hacia la cámara nupcial mesándose los cabellos con ambas manos. Una vez que entró, echando por dentro los cerrojos de las puertas, llama a Layo, muerto ya desde hace tiempo, y le recuerda su antigua simiente, por cuyas manos él mismo iba a morir y a dejar a su madre como funesto medio de procreación para sus hijos. Deploraba el lecho donde, desdichada, había engendrado una doble descendencia: un esposo de un esposo y unos hijos de hijos.
Y, después de esto, ya no sé cómo murió; pues Edipo, dando gritos, se precipitó y,
por él, no nos fue posible contemplar hasta el final el infortunio de aquélla; más bien dirigíamos la mirada hacia él mientras daba vueltas.
En efecto, iba y venía hasta nosotros pidiéndonos que le proporcionásemos una
espada y que dónde se encontraba la esposa que no era esposa, seno materno en dos ocasiones, para él y para sus hijos.
Algún dios se lo mostró, a él que estaba fuera de sí, pues no fue ninguno de los
hombres que estábamos cerca. Y gritando de horrible modo, como si alguien le guiara, se lanzó contra las puertas dobles y, combándolas, abate desde los puntos de apoyo los cerrojos y se precipita en la habitación en la que contemplamos a la mujer colgada, suspendida del cuello por retorcidos lazos. Cuando él la ve, el infeliz, lanzando un espantoso alarido, afloja el nudo corredizo que la sostenía. Una vez que estuvo tendida, la infortunada, en tierra, fue terrible de ver lo que siguió: arrancó los dorados broches de su vestido con los que se adornaba y, alzándolos, se golpeó con ellos las cuencas de los ojos, al tiempo que decía cosas como éstas: que no le verían a él, ni los males que había padecido, ni los horrores que había cometido, sino que estarían en la oscuridad el resto del tiempo para no ver a los que no debía y no conocer a los que deseaba.
Haciendo tales imprecaciones una y otra vez –que no una sola-, se iba golpeando los ojos con los broches. Las pupilas ensangrentadas teñían las mejillas y no destilaban gotas chorreantes de sangre, sino que todo se mojaba con una negra lluvia y granizada de sangre.
Esto estalló por culpa de los dos, no de uno sólo, pero las desgracias están
mezcladas para el hombre y la mujer. Su legendaria felicidad anterior era entonces una felicidad en el verdadero sentido; pero ahora, en el momento presente, es llanto, infortunio, muerte, ignominia y, de todos los pesares que tienen nombre, ninguno falta.
CORIFEO.- ¿Y ahora se encuentra el desdichado en alguna tregua de su mal?
MENSAJERO.- Está gritando que se descorran los cerrojos y que muestren a todos los Cadmeos al homicida, al que de su madre.... profiriendo expresiones impías, impronunciables para mí, como si se fuera a desterrar él mismo de esta tierra y a no permanecer más en el palacio, estando como está sujeto a la maldición que lanzó. Lo cierto es que requiere un soporte y un guía, pues la desgracia es mayor de lo que se puede tolerar. Te lo mostrará también a ti, pues se abren los cerrojos de las puertas.
Pronto podrás ver un espectáculo tal, como para mover a compasión, incluso, al que le odiara.
(Se abren las puertas del palacio y aparece Edipo con la cara ensangrentada, andando a tientas.)
CORO.
¡Oh sufrimiento terrible de contemplar para los hambres! ¡Oh el más espantoso de todos cuantos yo me he encontrado! ¿Qué locura te ha acometido, oh infeliz? ¿Qué deidad es
la que ha saltado, con salto mayor que los más largos, sobre su desgraciado destino?
¡Ay, ay, desdichado! Pero ni contemplarte puedo, a pesar de que quisiera hacerte
muchas preguntas, enterarme de muchas cosas y observarte mucho tiempo. ¡Tal horror me inspiras!
Edipo.- ¡Ah, ah, desgraciado de mí! ¿A qué tierra seré arrastrado, infeliz? ¿Adónde se me irá volando, en un arrebato, mi voz? ¡Ay, destino! ¡Adónde te has marchado?
CORIFEO.- A un desastre terrible que ni puede escucharse ni contemplarse.
ESTROFA 1ª
EDIPO.- ¡Oh nube de mi oscuridad, que me aíslas, sobrevenida de indecible manera, inflexible e irremediable! ¡Ay, ay de mí de nuevo! ¡Cómo me penetran, al mismo tiempo, los pinchazos de estos aguijones y el recuerdo de mis males!
CORIFEO.- No tiene nada de extraño que en estos sufrimientos te lamentes y soportes males dobles.
ANTÍSTROFA 1ª
EDIPO.- ¡Oh amigo!, tú eres aún mi fiel servidor, pues todavía te encargas de cuidarme en mi ceguera. ¡Uy, uy!, No me pasas inadvertido, sino que, aunque estoy en tinieblas, reconozco, sin embargo, tu voz.
CORIFEO.- ¡Ah, tú que has cometido acciones horribles! ¿Cómo te atreviste a extinguir así tu vista?, ¿qué dios te impulsó?
ESTROFA 2ª
EDIPO.- Apolo era, Apolo, amigos, quien cumplió en mí estos tremendos, sí,
tremendos, infortunios míos. Pero nadie los hirió con su mano sino yo, desventurado.
Pues ¿qué me quedaba por ver a mí, a quien, aunque viera, nada me sería agradable de contemplar?
CORO.- Eso es exactamente como dices.
EDIPO.- ¿Qué es, pues, para mí digno de ver o de amar, o qué saludo es posible ya oír con agrado, amigos? Sacadme fuera del país cuanto antes, sacad, oh amigos, al que es funesto en gran medida, al maldito sobre todas las cosas, al más odiado de los mortales incluso para los dioses.
CORIFEO.- ¡Desdichado por tu clarividencia, así como por tus sufrimientos! ¡Cómo hubiera deseado no haberte conocido nunca!
ANTÍSTROFA 2ª
EDIPO.- ¡Así perezca aquel, sea el que sea, que me tomó en los pastos, desatando los crueles grilletes de mis pies, me liberó de la muerte y me salvó, porque no hizo nada de agradecer! Si hubiera muerto entonces, no habría dado lugar a semejante penalidad para mí y los míos.
CORO.- Incluso para mí hubiera sido mejor.
EDIPO.- No hubiera llegado a ser asesino de mi padre, ni me habrían llamado los
mortales esposo de la que nací. Ahora, en cambio, estoy desasistido de los dioses, soy hijo de impuros, tengo hijos comunes con aquella de la que yo mismo -¡desdichado!- nací. Y si hay un mal aún mayor que el mal, ése le alcanzó a Edipo.
CORIFEO.- No veo el modo de decir que hayas tomado una buena decisión. Sería
preferible que ya no existieras a vivir ciego.
EDIPO.- No intentes decirme que esto no está así hecho de la mejor manera, ni me hagas ya recomendaciones. No sé con qué ojos, si tuviera vista, hubiera podido mirar a mi padre al llegar al Hades, ni tampoco a mi desventurada madre, porque para con ambos he cometido acciones que merecen algo peor que la horca. Pero, además, ¿acaso hubiera sido deseable para mí contemplar el espectáculo que me ofrecen mis hijos, nacidos como nacieron? No por cierto, al menos con mis ojos.
Ni la ciudad, ni el recinto amurallado, ni las sagradas imágenes de los dioses, de las que yo, desdichado -que fui quien vivió con más gloria en Tebas-, me privé a mí mismo cuando, en persona, proclamé que todos rechazaran al impío, al que por obra de los dioses resultó impuro y del linaje de Layo. Habiéndose mostrado que yo era semejante mancilla, ¿iba yo a mirar a éstos con ojos francos? De ningún modo. Por el contrario, si hubiera un medio de cerrar la fuente de audición de mis oídos, no hubiera vacilado en obstruir mi infortunado cuerpo para estar ciego y sordo. Que el pensamiento quede apartado de las desgracias es grato.
¡Ah, Citerón! ¿Por qué me acogiste? ¿Por qué no me diste muerte tan pronto como me recibiste, para que nunca hubiera mostrado a los hombres de dónde había nacido?
¡Oh Pólibo y Corinto y antigua casa paterna -sólo de nombre-, cómo me criasteis con apariencia de belleza, pero corrompido de males por dentro! Ahora soy considerado un infame y nacido de infames.
¡Oh tres caminos y oculta cañada, encinar y desfiladero en la encrucijada, que bebisteis, por obra de mis manos, la sangre de mi padre que es la mía! ¿Os acordáis aún de mí? ¡Qué clase de acciones cometí ante vuestra presencia y, después, viniendo aquí, cuáles cometí de nuevo! ¡Oh matrimonio, matrimonio, me engendraste y, habiendo engendrado otra vez, hiciste brotar la misma simiente y diste a conocer a padres, hermanos, hijos, sangre de la misma familia, esposas, mujeres y madres y todos los hechos más abominables que suceden entre los hombres! Pero no se puede hablar de lo que no es noble hacer. Ocultadme sin tardanza, ¡por los dioses!, en algún lugar fuera del país o matadme o arrojadme al mar, donde nunca más me podáis ver. Venid, dignaos tocar a este hombre desgraciado. Obedecedme, no tengáis miedo, ya que mis males ningún mortal, sino yo, puede arrostrarlos.
CORIFEO.- A propósito de lo que pides, aquí se presenta Creonte para tomar iniciativas o decisiones, ya que se ha quedado como único custodio del país en tu lugar.


CADA VEZ MÁS LEJOS - HAYDÉE ORTONE

Para//María del Carmen Jordán
Me imagino tu cara de sorpresa al recibir mi email, aunque te diré: no sos la única sorprendida. Yo también lo estoy. Estoy sorprendida de mí misma; jamás creí que volvería a escribirte. Alguna vez leí que el tiempo, al igual que la niebla, diluye los contornos de las cosas. Como si estuviéramos contemplando un paisaje al pastel, las historias se difuminan, se liman asperezas, se suavizan los rencores, se avejenta el cuadro pero la imagen sigue estando allí. Mamá te quiero y espero que estés bien. No pretendo que me entiendas como yo tampoco puedo comprenderte a vos. Simplemente te digo que te extraño.

Para//Lorena Benavidez

Querida: me volvió el alma al cuerpo. Tanto tiempo sin tener noticias tuyas. Hubo momentos en que temí lo peor porque realmente me resultó inexplicable tu desaparición así como así, de la noche a la mañana. Por supuesto, yo tengo la conciencia bien tranquila, jamás hice nada que no fuera por tu bien, seguro que algunas de tus amistades, bastante mal intencionadas te llenaron la cabeza...pero...ya pasó. Borrón y cuenta nuerva. Ya estoy palpitando la emoción del reencuentro.

Para//María del Carmen Jordán
Mamá, no me entendiste: te extraño, te amo pero por el momento no va a haber ningún reencuentro. ¿Para qué?, para que yo reviva todo lo malo y vos digas: -bueno, aquí no ha pasado nada-. Entre paréntesis, ¿sos consciente de todo lo que me hiciste, de cómo me ninguneabas?

Para//Lorena Benavidez

¿Me escribiste para pasarme facturas, para herirme? . Te aclaro que no lo vas a lograr. ¡Qué ingratitud de tu parte, con todo lo que hice por vos!... pero, bueno... no es éste el momento de reproches. Lo importante, lo único valioso, es que a pesar de la distancia estamos juntas otra vez.
Contame cómo estás, qué estás haciendo. Yo aquí, como de costumbre, tratando de superar tu ausencia, de vencer la soledad. ¿te acordás de que cada tanto, después de una rabieta me subía la presión? Imagínate cómo quedé con tu partida, pero no quiero asustarte, seguro que ahora voy a comenzar a mejorarme. Me olvidaba: a pesar de que por el momento no está en tus planes regresar me gustaría que vinieras a pasar las fiestas pero tendríamos que organizarlo bien porque como yo siempre estoy sola, ni me imaginé que ibas a aparecer y entonces contraté un viaje con un grupo de amigas con las que la paso bomba. Esta vez vamos en un crucero por el Caribe. Bueno, cuídate mucho.

Para//María del Carmen Jordán
Si mamá, gracias a Dios aprendí a cuidarme pero además estoy rodeada de gente que me cuida y me protege, quédate tranquila.
Para//Lorena Benavidez

¿Te das cuenta?... a buen entendedor... Son todos reproches; velados, pero reproches al fin. ¿Te olvidaste que cuando tu padre desapareció yo me hice cargo de todo?. Y cuando digo todo es todo: la casa, los gastos, el auto, el departamento de la costa. En fin... no me quiero enredar en discusiones estériles que no conducen a ninguna parte, y, además, te digo, edad para cuidarte sola tenés de sobra.

Para//María del Carmen Jordán
Tenés razón mamá, esa enumeración que hiciste es perfecta, te ocupaste de todo; de todo menos de mí. Tengo que reconocer que me mandaste a uno de los mejores colegios de Buenos Aires, pero, claro, tenías tanto que hacer, estabas tan ocupada que nunca tuviste tiempo para preguntarme si estaba bien, para concurrir a una reunión de padres, para decirme que me amabas.
Para//Lorena Benavidez

Siempre lo dije: saliste igualita a tu padre. Ahora te dejo, me tengo que preparar para ir al teatro.

Para//María del Carmen Jordán
Que te diviertas, mamá.

Lorena se echó sobre la cama, lloró y lloró hasta que la venció el sueño.



SOCIEDAD FAMILIAR – MARCELA RUZ


Juan José Fernández
To: María Luisa Gutiérrez

Hola, ¿cómo estás? Por acá todo bien, aunque hace un frío terrible. Según me dijo Alicia, allá lo terrible es el calor. Mundo loco. ¿Pasa algo con la sociedad? Te pregunto porque el otro día no pude sacar plata del cajero y me rebotó la compra del super con la tarjeta de crédito. Supongo que será por alguna tontería, pero por favor, si hay algún problema me gustaría que me lo digas con tiempo así me organizo de otra manera. Sabés que puedo trabajar part time sin problemas, pero no te quiero llevar la contra. Si preferís, lo hablo con Alicia. Abrazo!

María Luisa Gutiérrez
To: Juan José Fernández

¡Hola mi amor! No pasa nada, quedate tranquilo que ya está solucionado. Hubo un problemita con AFIP, viste como son, nos embargaron las cuentas pero ya lo arreglé. No le digas nada a tu hermana que si no, me pone la cabeza cuadrada. Pero vos ¿cómo estás? Porque si no era por lo del dinero, no me escribís ni una línea, no me llamás. Tampoco me contás nada de tu vida, estás adaptándote, hiciste amigos…
Nada de trabajar, dedicate por completo a la Universidad. Ya bastante sacrificio hicimos con tu padre para que a ustedes no les falte nada. Sabés que yo me arreglo con poco. Me gustaría viajar para verte en estas vacaciones, pero no sé si podré. Si no estoy yo al pie del cañón, la empresa se va al diablo.
Besos

Juan José Fernández
To: María Luisa Gutiérrez

¡Qué lástima que no puedas venir! Igual no creo que sea tan así como decís. Si vos no estás la empresa no se va a fundir. Alicia puede hacerse cargo por unos días, te merecés unas vacaciones. Si querés viajo yo, así nos vemos. Tengo un par de semanas libres el mes que viene. Avisame qué querés hacer. Abrazo de oso!


María Luisa Gutiérrez
To: Juan José Fernández

Que si merezco unas vacaciones… ¡Claro que merezco unas vacaciones! Pero no puedo dejar a tu hermana al frente de la sociedad, no en este momento. Ella es muy dispuesta, lo sabés, es muy capaz. Pero el problema es tu cuñado, que también es muy capaz, capaz de fumarnos en pipa a todos. Ella no lo ve, está tan enamorada que no se da cuenta. Pero yo sí. Y de ninguna manera voy a dejar que el trabajo de toda una vida se vaya a los caños. ¿Tuviste algún otro problema con las cuentas o las tarjetas?
Besitos

Juan José Fernández
To: María Luisa Gutiérrez

No me parece que estés siendo justa con Alicia. Ni ella ni yo te pedimos que sigas siendo esclava de la sociedad. Esa empresa que, como siempre decís, nos dio de comer y nos sacó adelante, nos privó de ustedes dos. Papá ya no está, pero vos sí. A veces siento que no vas a dejarla nunca, que no querés que nadie te reemplace, que es una forma de dominio. Tal vez ahora el que sea injusto sea yo, disculpame si es así. Estoy con un poco de fiebre, creo que tomé frío. Te mando un abrazo fuerte.

María Luisa Gutiérrez
To: Juan José Fernández

¿Estás mejor? Por favor cuidate mi amor. Si te enfermás no vas a poder venir. Por ahí en el fondo no querés, después de esas cosas horribles que me escribiste el otro día. Si mantengo el control con mano férrea es por el bien de todos, no por egoísmo. Me contó Alicia que la llamaste, que le dijiste lo que yo te había dicho del marido. ¿Estás mal de la cabeza? ¡Cómo pudiste hacer una cosa así! Me armó una escena terrible, fue muy desagradable. Supongo que tus intenciones eran buenas, pero por favor, que no se repita. Lo que te digo a vos te lo digo a vos, nada más que a vos.
Besos

Juan José Fernández
To: María Luisa Gutiérrez

Ya me recuperé de la gripe. Igual no voy a poder viajar, empecé con un trabajo part time ayer. Así que no es necesario que me sigas haciendo las transferencias, gracias. Y sí hablé con Alicia, es mi hermana, mamá, y lo que me dijiste me preocupó. Estoy cansado de los secretos. Ya no más, ¿sí? Ya no más de que lo que te digo a vos te lo digo a vos, de que lo que le decís a ella se lo decís a ella. Ella me contó unas cuantas cosas también. En especial, acerca de quién era el que nos iba a fumar en pipa, el Gerente Financiero. Tu “amigo de la infancia”. Cuidate mucho.

María Luisa Gutiérrez
To: Juan José Fernández

Cría cuervos…Eso siento ahora. Tu hermana renunció a la empresa, me dejó sola. Vos trabajás en lugar de dedicarte de lleno a los estudios. Sé que son adultos, que tienen que tomar sus propias decisiones y hacer sus vidas. Quizás sea el momento de que yo también lo haga.
Besos


Juan José Fernández
To: María Luisa Gutiérrez
Mirá mamá, a mí me parece que vos siempre hiciste lo que se te dio la gana. No te hagas más la víctima, por favor. ¿Alicia te dejó sola? ¿Ya no tenés a tu “amigo de la infancia” para que te haga compañía? ¿Pensás que somos tontos?

María Luisa Gutiérrez
To: Juan José Fernández

Quizás Alicia te lo adelantó, decidí poner en venta la empresa. Comprenderás que fue una decisión muy difícil para mí. Cuando llegue el momento, voy a necesitar que vengas para que firmes los papeles del caso. Si no tendrás que hacer un poder. Estoy segura de que obtendremos una buena oferta pronto. Lo que se obtenga lo repartiremos entre los tres, si estás de acuerdo.
Mi “amigo de la infancia” como lo llamás, ya no forma parte de la sociedad. Estuve ciega un tiempo, ya no más.
Me encantaría que pudieras venir, me encantaría que quisieras venir. Si no es así, lo comprendo. Ahora comprendo muchas cosas. Nunca olvides que te amo, hijo.
Besos
Mamá


LA MADRE DE TODOS LOS MALES - Mabel Jokmanovich Derka

Vieja, te escribo para contarte que desde hace dos años estoy detenido en la cárcel de Olmos por robo, venta de drogas y secuestro extorsivo. Sé que no te interesa mucho saber de tus hijos ni de mi suerte en particular, pero igual quería que lo supieras. Me faltan cuatro años para salir en libertad, y esta vez decidí que va a ser mi última detención. Aquí estoy estudiando, y con el apoyo del equipo de sicólogos y asistentes sociales por primera vez quiero cambiar mi destino. Ellos me están ayudando y yo tengo muchas ganas de lograrlo. Saludos. Oscar

¡Por fin apareciste! ¿Así que estás en Olmos?. Y yo esperándote en casa para que me ayudes con estos atorrantes... ¡Soy una estúpida!. Es difícil para una pobre e indefensa mujer lidiar con todo... siempre hay alguno que te quiere birlar el negocio, ya sabés cómo es, y, además, constantemente con la yuta soplándote en la nuca. Mira vos, yo aguantando con “la pesada” y el señor lo más pancho en Olmos. Siempre fuiste un flojo, un tonto que se deja agarrar por la cana. Te engancharon tantas veces que no pareces hijo mío... Quise sacarte fuerte y útil para la causa, pero a pesar de mi esfuerzo no lo logré. Y ahora me contás que te querés hacer el bueno y el regenerado... ¡Así pagan los hijos los esfuerzos de una madre!. Y no me pidas que te vaya a ver, porque estoy muy ocupada. Gladis

Sí, vieja; con los sicólogos del penal estoy viendo cómo fue mi historia, y sobre todo la “madre ejemplar” que fuiste. Desde siempre nuestra casa fue una Escuela para el delito. Me acuerdo tus palabras cuando éramos niños: “en esta casa nadie come de arriba”, ¡a trabajar!. Y trabajar era salir a robar y a vender merca. No tenías piedad conmigo ni con mis hermanos; éramos tus soldados y tu mano de obra más eficiente. Si no traíamos dinero nos arrojabas a la calle como a perros, y fuiste una gran Maestra que nos enseñó con el ejemplo y la perversión. ¡Te tengo mucha bronca, vieja!, nos cagaste la vida... Oscar

Estas cartas ya me están hartando, una molestia y una pérdida de tiempo total; estaba mejor cuando no sabía dónde andabas... A mí la vida me enseñó así y así les enseñé a ustedes, y punto; en mi casa no hay lugar para zonzeras, flojeras ni pavadas. Sólo quise hacerlos fuertes y que sepan rebuscarse la vida... y tendrían que estar agradecidos. ¡Dejame de joder Oscar, y no me escribas más!. Chau. Gladis
¿Te parece que nos hiciste “fuertes”?. ¡Pobres infelices nos hiciste! Por tu culpa pasé días y noches en la calle, con hambre y violencia. Por tu perversidad, “querida mamá”, estuve más de quince de mis treinta y ocho años pudriéndome en distintos reformatorios y cárceles, una y otras vez ¡Gracias “dulce viejita”, pero he decidido torcer mi destino. Cuando termine esta condena seré Libre para siempre, y no volveré a verte jamás. Sin nada de cariño. Oscar


Estelita - César A. Varela

Estela, Londres.
Mamá mandame plata para terminar la estadía, que ayer me sacaron el monedero de la mochila y estoy corta.

Mariana, Buenos Aires
Cómo que te sacaron el monedero, dónde lo llevabas

Estela
Mamá, toma nota como hacerme el giro

Mariana
Pero no te dije que te fijaras, donde guardabas la plata

Estela
Mamá!!!, toma nota y apurate q la llamada sale muy cara!!!

Mariana
Pero mira que te dije, pero vos sos cabezona, siempre igual, yo te digo………

Estela
Mmmmamma!!!!, mira con vos es imposible que escuches, te mando un mail, ahora corto, que voy a dejar aquí lo poco que tengo!

Mariana
Me cortó……., siempre me deja con la palabra en la boca

……………………………………………………..
Mail de Estela
Mamá, anda a una oficina de WU y me mandas un giro a mi nombre al hotel, hacelo hoy, que pasado mañana salgo para Escocia, por favor no hagas como siempre, hace las cosas tal como te indico, no como te parece.

Mail de Mariana
Ya hice las cosa como me indicaste, que no es como YO las hubiera hecho, porque a mí no me hubieran robado la billetera de la mochila, YO sabría cómo guardarla!!!

M de Estela
Mamá, vos sabrías como guardarla, guardar eso si sabias hacerlo bien, todo te lo guardas, pero después se rompe la compuerta y escupís para todos lados.
Y después, después vienen las disculpas, las clemencias, los arrepentimientos, pero la daga ya la clavaste. Mejor, mejor te digo gracias por el giro y olvida lo anterior.

De Mariana
De nada, bueno de nada no sé de qué, si del giro o de todo lo otro, mira que te despachaste a gusto, vos también te lo tenías guardado, parece que la distancia te da alas?!!. Vos vas y venís a gusto, tenés una habitación all inclusive a tu disposición, pero que yo no espere nada de vos, que no estas para aguantarme, qué ...que todo te molesta, siempre esperándote y, y mi vida? Para cuándo? Todo lo deje por vos y ahora que tengo, nada, ni nadie, ni siquiera nietos, querés que siga?
De Estela
Aquí en Londres te compre mermelada de naranja, con cascaritas, esa que te gusta, para comer con unas ricas tostadas, bueno voy a buscar el giro
De Mariana
Si esa me gusta mucho, te espero a tu vuelta, con un rico te.


ENTRE MADRE E HIJO - Adriana Otheguy


-Hola hijo. Buenos días: Hace ya bastante tiempo que no tengo noticias tuyas. Y eso me inquieta. Siento la necesidad de aclararte ciertos detalles que nunca los hemos hablado.
Nuestro pasado un tanto confuso se presta al dialogo. Por entonces, tú me hiciste ir por la vida hablando sola, como dicen que les pasan a los locos. Y a los que siempre conviene no contradecirlos. Pero mi realidad era bastante compleja No es que trate de justificarme pero interpreto que no fui una mala madre, sino estricta y severa con la educación que les dí a vos y a tu hermana. Pretendí hacer que tuvieran una buena educación. Pero pareciera que logré lo contrario. Vos te fuiste de mi lado para probar suerte en otras regiones lejanas a mí. Te fuiste de mi lado dejándome llorando y muy angustiada, con culpa y cargo de conciencia, por aquellas circunstancias recriminatorias. Siempre te molestó la forma con la que ganaba el dinero para mantener a la familia luego que tu padre nos abandonara a la deriva…

-Ante todo te pido que no me llames hijo, porque no te cabe llamarme de ese modo. Creo que te contesto esta carta en honor a la buena educación supuestamente recibida. O mejor dicho que no has podido doblegar en mi modo de obrar gentilmente con todas las personas. No te justifico de ninguna manera. No te tengo encumbrada bajo ningún aspecto, porque lamentablemente tengo muy buena memoria. Más quisiera yo poderme olvidar aunque sea por un momento aquel episodio en el que papá agonizaba y decidió darme la patria potestad aun siendo más joven de lo requerido, con el solo propósito de preservar el patrimonio de familia administrando los bienes. Y fue terrible la paliza que me hiciste dar por aquellos matones a sueldo de los cuales conservo cicatrices en mi rostro y cuerpo. Fui llevado de urgencia a aquella sala de primeros auxilios del barrio porque te negaste que me tratara algún buen profesional por aducir que el dinero no te alcanzaba. Querías hacerte valer y pretendías arrebatarme los derechos y obligaciones que me confiriera mi padre en su lecho mortal. No bastándote tal episodio me hiciste perseguir por la policía inventando falsos testimonios acusándome que era un violento y te golpeaba. Fui detenido y encarcelado recibiendo horribles tratos. Y si ibas por la vida hablando sola, tal vez sea pago merecido a tanta crueldad junta. Tal vez hayas enloquecido de tanta pesadumbre de conciencia. Creo que no te mueres porque el mismo Satanás no te admite. Gentilmente “tu hijo” que espera el milagro que desaparezcas de la faz de la tierra lo antes posible. No eres una persona. Eres un monstruo de varias facetas.

- Pareciera que tu memoria no es del todo tan buena como pretendes tener. Cuando había ingresado al Ministerio de Bienestar Social como defensora de los Derechos Humanos dentro de la Familia, luché denodadamente por obtener mejoras en la calidad de la vida de las personas. Me ganaba el dinero de manera honrada, ayudando a la gente. Y a pesar que ustedes se quedaban en casa bajo el cuidado de Juana, fabularon la historia que ella les pegaba y les daba la comida tan caliente, abusándose del terrible hambre que tenían para que se quemaran la boca así los mantenía en silencio sin demandar ninguna cosa. La realidad era que Juana tenía precisas instrucciones de educarlos correctamente, ya que ella no había tenido la fortuna de tener hijos propios, se las ingenió para interpretar los parámetros de conducta que yo le pedí. Pobre Juana Ella sí que no fue afortunada en la vida. Tras casarse con el teniente aquel de horrible carácter con la presunción de ser feliz madre, no solo se enteró que era estéril sino que tuvo que aprender a controlar los golpes que su marido le propinaba.
Por eso tal vez fue estricta con ustedes. Ella no era mala. Solo disciplinada.Hijo: Ahora no puedo seguir conectada. Viene la modista a probarme la ropa para el té canasta de la Fundación de Damas de la Caridad. Se está luchando contra violencia familiar. Si vieras hijo las cosas que hacen las personas para obtener algún beneficio no podrías creerlo-Después te cuento. Besos.

-Si hubiera algún lugar más lejano a ti al que me pudiera ir para conservar mayor distancia, creo que sin dudas me iría. Es imposible considerar tanto cinismo junto. No escuchas cuando alguien te habla. Tal vez me iría a alguna isla de la Polinesia donde no haya Internet. O tal vez deshacerme de esta computadora o borrarme de mi cuenta de correo para que no puedas encontrarme nunca más. Necesito desaparecer de esta historia tan patética. Ya tengo edad suficiente para ser huérfano. Dejaré de ser amable, contigo “madre” como pretendes hacerte llamar. A los solos efectos de querer sanar mi memoria, me despido a través de la presente hasta un nunca jamás. Ya no volveremos a hablarnos ni vernos nunca más. Mi esposa está esperando un niño, al que nunca te dejaré que lo conozcas. Temo que le puedas hacer daño.
De ti nada bueno puede salir. Ya no puedo seguir albergando la fantasía de esperar algún cambio contundente en vos. Siempre más de lo mismo. Es solo una fantasía.


Madre para quererte y no para usar – Julia Zela

mail N°1 para Nelly
Desde Toronto, Canadá, te mando un beso grandote, mami querida.
Te cuento que por fin me divorcié de John (que alivio, ya no lo aguantaba más).
Me conseguí un “Chongo Antorcha”. Ambos disfrutamos a full de esta relación.
Tus nietas me arman un poco de líos, pero ya son casi unas señoritas. Y siempre me preguntan por vos, te quieren.
Sin dudas recordarás cuando las tuviste en tu casa de Buenos Aires, que empecé por dejártela por dos meses, debido a mi crisis matrimonial, y terminaron estando un año. Ellas tienen lindos recuerdos de ti (su abu Nelly).
Hace tanto que no se ven, (ya se que no querías dejar a papi solo, y por ello no te animaste a viajar):
*Pero ahora te tengo un regalo, ya compré los tickets para el vuelo de las nenas a Baires., salen en tres días. Será por el tiempo de vacaciones nada más, de paso desarrollo mi relación más tranqui con mi nuevo novio.
* Mami vos estás tan sola, ya hace dos años que murió papá; te resultará fantástico compartir con tus preciosas nietas. Eso sí no te acostumbres porque van sólo por un par de meses. Además son tan independientes, que no te generarán trabajo.
*Olvídate de la vez anterior, se trataban de niñitas. Pero papi se puso muy férreo, y me las trabajo imprevistamente. Ni me saludó, las entregó a la sirvienta y se volvió. No imaginas el lío que se me armó.
Te amo, besos de tu hija CLARITA.
mail N°2 para Clara
Me hace feliz saber que estés libre, de ese zángano de John.
Buenos Aires es mío por fin soy libre; ya tomé cursos de tango, salsa, danza árabe (asisto siempre al Club de Vicente López, ese que está sobre la costanera). Me prendo a cuanto viaje organizan: me recorrí el país. Y siempre me engancho nuevos amigos.
Ahora sólo pienso en mí, y en buscar mi alegría perdida (junto al amargado y degenerado de tu padre –que con los demonios debe pasarla bien-)
• Clarita, te agradezco tu preocupación por mí. Ya no estoy sola, vivo en la casa de Carlitos, el hijo del carnicero; formamos una pareja divina, me rejuveneció. Estoy pasándola espléndida.
• Así que mil gracias, por tu preocupación. Seguramente podrás cambiarle el destino del viaje a tus hijas, y mandarlas a otro lugar (acá conocen y bastante)
• No olvides decirle a ambas que las quiero, y que disfruten de su juventud.
Consejo de madre: como bien me dijiste del fogoso chongo que conseguiste. Avívalas a tus hijas. Mira, que si se muestran “bombachas flojas”, eso se convertirá en un aren (el macho y tres minas = un incendio).
Saludos de Nelly
mail N°3: para mamá
Queridita Nelly, desde Toronto te digo, que eres una EGOÍSTA como siempre. No cambiaste nada, fuiste una mala madre.
*Acaso no pensaste que yo también quiero ser feliz.
Te das cuenta que estás rechazando a tus nietitas, que tanto te quieren.
• Sabes bien las porquerías que le hiciste a papi, y me usaste para llevar esa doble vida, de señora respetable (que supo aprovechar todas las noches que papi como farmacéutico, debía cumplir).
*Mami te doy un día para que reflexiones, porque no estoy dispuesta a mandar las chicas a otro lado. Para algo eres mi madre.
Saluda TU HIJA.

Mail N°4: para Clara
Clara, veo que nunca reconociste nada, de lo recibido de tus padres.
Los sacrificios de ambos, pagándote hasta el último gasto, por quince años. Por supuesto que eso e paró cuando tu padre quebró.
- Mira, que mandarte a estudiar a Canadá donde vos elegiste, porque estaba un compañerito que era “divino”, que esta ciudad te aburría.
*Mentiras!! Tenías vergüenza de la existencia y del rumbo que había tomado la sexualidad de tu padre.
*Por si, se te borró la memoria, partiste después que lo encontraste haciendo el amor con el estudiante de química, encamados en la farmacia.
*Eso venía desde mucho tiempo antes, pero tu padre me dijo que nunca nos divorciaríamos: que el qué dirán de los clientes del barrio, que nuestra hijita Clarita…
- Por mi vida no te preocupes, estoy bien económicamente cobré el seguro de vida del muerto, supe guardar, y además Carlitos es muy atento. Nunca me faltará nada.
• Por todo lo expuesto, de sobra tienes para darte cuenta; que soy tu mamá.
• Pero nunca para usarme.

Se feliz, según puedas. Te saluda TU MADRE.





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