LAS CRÓNICAS



LAS CRÓNICAS


Hasta que fueron relegadas por los rigurosos estudios históricos, las crónicas ofrecían retazos de vida, que en ocasiones han permitido conocer la existencia de obras literarias hoy perdidas o reconstruir fragmentos de textos épicos incompletos.

Las crónicas son una forma literaria de historiografía que cuenta con una larga tradición, aunque su época de auge se sitúa en la Edad Media y el Renacimiento.  Narran acontecimientos de un período histórico concreto, ajustándose al orden en que se han producido.  Su asunto puede ser o bien la sucesión novelada de hechos acaecidos durante un reinado, o bien la vida en un país o una ciudad en un período histórico determinado, o quizá el transcurrir de los hechos diarios en una institución (un monasterio, por ejemplo).  En ocasiones, las crónicas proporcionan el perfil de toda una época a través de un personaje clave.
Comparte con otras expresiones literarias algunos de sus rasgos configurativos (por ejemplo, la exaltación de las virtudes de un héroe o de todo un pueblo es la base de los cantares de gesta, las epopeyas o las sagas), pero la crónica se distingue de ellas por su claro objetivo de rigor histórico y por su estructura, determinada por la recopilación miscelánea de anales.
Esta modalidad historiográfica parte de una larga tradición que se remonta a la antigüedad latina: en el siglo IV, el obispo Eusebio de Cesarea escribe una obra en que se detallan en forma paralela acontecimientos relevantes de la historia de Persia, Roma, Grecia e Israel, en  un período acotado entre Abraham y Diocleciano.  Se trata de su Crónica.
La tradición iniciada en el mundo clásico obtiene un importante auge en diversos países europeos durante los siglos XII y  XIII.  En la Francia medieval, este género está representado por la Chronique des ducs de Normandie (hacia 1175), de Benoit de Sainte- Maure, o las Grandes Chroniques de France, de 1274. Francia cuenta con la más importante escuela de cronistas latinos, entre los que podría destacarse a Jean Froissart.  En Inglaterra, Geoffrey de Monmouth escribe en 1135 la  Historia Regnum Britanniae inspirándose en fuentes de los siglos VI y VII.  En sus páginas aparecen personajes de la leyenda artúrica.  En Alemania también existen crónicas sobre los nombres de sus emperadores.
La tradición cronística de España también es temprana.  Hay en el siglo V se escribe en latín el Chronican de Idacio, y en el VI, san Isidoro recopila la Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum, un acercamiento a la nacionalidad visigótica que supervive en un texto del siglo XI, la Chronica Gothorum.  Hasta culminar en los libros de Alfonso X, considerados los primeros textos de prosa histórica castellana, la tradición española ofrece textos que constituyen un estrato historiográfico de los siglos XI, XII  y principios del XIII.  Las crónicas Silense (hacia 1115) y Najerense o Leonesa (hacia 1194), se remontan en su planteamiento hasta los orígenes de la humanidad. El Chronicon mundi (1236), de Lucas de Tuy, rememora toda la historia universal, hasta los inicios de la Reconquista y la toma de Córdoba.  La Historia Gótica, o l De rebus Hispaniae, de Jiménez de Rada, recoge la historia de España hasta 1243.  La Edad Media española proporciona otros muchos ejemplos, como la crónica Albeldense y la de Alfonso II (ambas del siglo IX) o la del moro Rasis (siglo X).

La época medieval

El taller historiográfico alfonsí aporta un cambio radical en la forma de consignar la historia.  En general, las crónicas castellanas en lengua latina tienen un estilo pobre y conciso que se limita a la enumeración de monarcas y acontecimientos relevantes de cada reinado, sin profundizar en lo anecdótico ni aportar nada subjetivo a la narración (frente a la abundancia informativa de ricas observaciones de la historiografía árabe).  Con la Primera crónica general  de Alfonso X (finales del siglo XIII), las referencias históricas se enriquecen con una cierta voluntad de estilo.  A partir de fuentes muy variadas, latinas, árabes y castellanas, se reconstruye la historia de todos los reinos de la Península, en relación con la historia universal.  El compilador adorna el relato con anécdotas y, a menudo, los hechos se interpretan y se comentan hasta en los matices más insignificantes.
Una novedad es la inclusión de obras juglarescas prosificadas en la crónica.  Gracias a estos cantares de gesta se conocen muchos ritos, costumbres y formas de pensar que han descrito la sociedad medieval mejor que cualquiera de las obras históricas (la Crónica incluye el cantar del Cid, el de Bernardo del Carpio, el de los siete infantes de Lara…) En esas prosificaciones se advierte una clara intención literaria.
La crítica ha considerado una segunda etapa en la producción alfonsí, que se desarrolla entre 1269 y 1284.  Se crean entonces las obras más originales, tan valiosas como la Estoria de España y  la  General  Estoria. En su elaboración intervienen traductores, compiladores y capituladores, encargados entre todos de reunir materiales, analizarlos y estructurarlos.  No hay duda de la participación del rey en las obras que mandaba componer.  Estas crónicas suyas están dotadas de un poderoso sentido histórico, pero a la vez ofrecen una muestra de usos y costumbres de la España del XIII, con comentarios sobre la religión o la moral.

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